AVISO DE CURVA Rubén Olvera Marines

12 julio 2019
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‘Chernobyl’ y la Cuarta Transformación

Parece que la Cuarta Transformación fue concebida para gobernar al filo de la navaja y rodeada por el calor de la controversia. No podría ser de otra manera, toda transformación, sobre todo aquellas concebidas por el idealismo, vienen acompañadas de tensiones, resistencias y, por qué no decirlo, de los yerros y contradicciones comunes a las decisiones prioritariamente emocionales y compulsivas.

Ayer fue un cerro que obstruirá la construcción de una de las pistas en el aeropuerto de Santa Lucia, al mismo tiempo la caída en las calificaciones crediticias de Pemex, junto a los “necios” indicadores de empleo y crecimiento empecinados en demostrar que la economía anda mal. Hoy, las sorpresivas y abruptas renuncias de funcionarios de primer nivel. Mañana, tal vez, el recrudecimiento de la inseguridad o la cancelación de la refinería Dos Bocas.

Hablando de renuncias al gabinete de López Obrador y rompimientos con la Cuarta Transformación, me llamaron la atención los argumentos que utilizó Carlos Urzúa para dejar su cargo como Secretario de Hacienda, cito sus palabras: “Me resultó inaceptable la imposición de funcionarios que no tienen conocimiento de la Hacienda Pública”.

El contexto en el que se dieron las palabras del ahora ex secretario, me hizo recordar la miniserie ‘Chernobyl’, producida recientemente por la cadena HBO. A recomendación de mi amigo, el economista saltillense Pablo Hernández Cardona (quien por cierto no deja pasar serie televisiva para luego sugerir sólo lo mejor), me tomé el tiempo para disfrutar los intensos y reveladores capítulos que describen aquel suceso de abril del 86 cuando una serie de decisiones erróneas, algunas compulsivas y otras fundamentadas en datos inexactos, desembocaron en la mayor catástrofe nuclear que haya sucedido en el orbe.

Los críticos aseguran que la serie relata con gran fidelidad lo sucedido, estableciendo de forma magistral la existencia de un Estado oscuro, sordo, incompetente, que actuaba para perpetuarse, como la causa primordial de la crisis y las secuelas del accidente acaecido en la planta nuclear de Chernóbil, establecida en Ucrania, en aquel momento perteneciente a la Unión Soviética, momento en que el histórico Mijaíl Gorbachov despachaba como Secretario General.

Al igual que en los dichos de Urzúa, en aquellos años, próximos a la disolución del decadente Estado Soviético, algunas de las áreas sustantivas y estratégicas para el desarrollo y la seguridad, como la producción de energía nuclear, estaban a cargo de funcionarios sin experiencia o que desconocían los aspectos técnicos de una central como la de Chernóbil; pero eso sí, o eran miembros acomodados del Partido Comunista o llegaban recomendados por éstos.

Por ejemplo, en alguno de los capítulos se revela que Boris Shcherbina, Vicepresidente del Consejo de Ministros, designado por Gorbachov para supervisar el accidente, si bien un destacado político, desconocía la naturaleza y los efectos de la radiación nuclear. A consecuencia de la impericia y de la priorización por la política, de éste y otros funcionarios, las decisiones importantes, como pudo ser la pronta evacuación de las ciudades aledañas a la fuente de radiación, demoraron más de 36 horas en tomarse.

Por otra parte, una vez que explotó el reactor nuclear, la crisis se agravó por la resistencia de los altos funcionarios para actuar a partir de datos técnicos verificables. Alguien, sin la suficiente experiencia, hizo llegar hasta la oficina del Secretario General una medición incorrecta de la radiación, ya que los medidores disponibles en ese momento, que sólo llegaban a 3,6 roentgen (R), marcaban lógicamente el máximo, y esa medición tan baja fue a parar al escritorio de las autoridades, cuando, si hubieran utilizado los medidores correctos, se hubieran dado cuenta que la radiación superaba en 100 veces la de las bombas lanzadas en Hiroshima y Nagasaki. Mijaíl Gorbachov, con sus “otros datos”, retrasó las acciones tácticas para contener la expansión de la radiación, poniendo en riesgo vidas y recursos de consideración.

En fin, la responsabilidad de los integrantes de la Cuarta Transformación es muy grande. Tras varias decisiones tardías, algunas de ellas salidas del corazón y no de la cabeza, fundamentadas en la “necesidad” política e idealista, los problemas del país siguen sin resolverse, con el riesgo latente de agravarse.

Podría pensarse incluso que la forma de hacer gobierno de estados fallidos como la antigua Unión Soviética, está contagiando a movimientos progresistas como el de la Cuarta Transformación. Contraponiéndose, si ese fuera el caso, al mandato ciudadano reflejado en las urnas hace un año que dio un giro político radical tratando de recuperar la confianza en los políticos y en las instituciones

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