AVISO DE CURVA Rubén Olvera Marines

28 junio 2019
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En el PRI todo sigue igual

Si después de la estrepitosa derrota sufrida por el PRI en junio de 2018 —situación que se ratificó en las recientes elecciones locales en donde el otrora invencible partido prácticamente quedó borrado del mapa electoral en estados como Baja California, Puebla y Tamaulipas— alguien hubiera pronosticado una nueva ruptura evidenciada por la renuncia al partido de José Narro Robles y Rogelio Montemayor, pocos lo hubieran considerado posible.

Pues sucedió, y cuando aquellos que actualmente conducen la decaída nave priísta hicieron creer a la militancia su voluntad y compromiso para distanciarse de las prácticas autoritarias y verticales que, por años y escudados en una añeja “verdad” política mejor conocida como la “unidad”, excluyeron a destacados cuadros que terminaron renunciando a PRI y obtenido importantes cargos de elección bajo las siglas de otro partido, retornaron, como todo parece indicar, a sus anacrónicas amigas, la “línea” y la “cargada” a favor del campechano Alejandro Moreno, como si nada hubiera pasado, como si la política partidista y las aspiraciones de los militantes se mantuvieran inmóviles, intactas e indiferentes al avance democrático del país y de sus instituciones.

Entre otros aspectos, fue esa extraordinaria capacidad del PRI para convertir en autoritario hasta lo más democrático (como debió haber sido la elección interna), lo que obligó al coahuilense Narro Robles, aspirante a la dirigencia nacional del tricolor, a renunciar a la candidatura y al partido.

Por supuesto que no les gusta a los priístas que les toquen estos temas, y menos a aquellos que hoy se encuentran cercanos a Alejandro Moreno, quien se convertirá, de una forma u otra, en el próximo presidente nacional del PRI, y para quienes la elección interna se encuentra blindada frente a posibles influencias autoritarias y/o regresivas.

Sin embargo, resulta sorprendente que quienes hasta hace poco reclamaban la apertura del partido, demandando su democratización y atención a las demandas de la militancia, ahora que se saben agraciados con la “cargada” y, por lo tanto, ganadores de la dirigencia, hayan minimizado la salida de un cuadro distinguido, argumentando que el ex rector de la UNAM “jamás caminó con la militancia”, como si la militancia les haya otorgado un mandato para hablar en su nombre, y como si en el partido abundaran cuadros destacados y con una trayectoria proba como la de Narro Robles.

Es cierto: en términos prácticos el golpe está asentado y la elección, cualesquiera que sea el resultado, quedara señalada con un asterisco. Interpretemos las palabras del coahuilense para dimensionar el daño: “Son evidentes las muestras de que existe un preferido de la cúpula del PRI, el candidato oficial de los gobernadores y de quien fue hasta recientemente el jefe político del partido”. Pero, además, Narro Robles da a entender que existen indicios de intervención en la elección interna del PRI, por parte del actual jefe político de la nación, investidura que, en estricto sentido, recae en el actual Presidente de la República. Entonces, ¿quiso decir el coahuilense que el PRI no puede vivir sin un jefe político que tire “línea”, así sea emanado de otro partido? Lapidarias palabras para una militancia que se encuentra ávida por participar y para elegir a sus propios dirigentes.

La discusión sobre la independencia del PRI frente al gobierno y el fin de las prácticas autoritarias se debería convertir en el vórtice de todas las discusiones. ¿Cuáles serán las consecuencias de haber puesto en riesgo la elección interna, al permitir haya sido señalada por la sospecha de la “cargada” y la intervención externa?

De nuevo todo parece indicar que quienes timonean la nave priísta cubren sus oídos y cierran sus ojos sin percatarse de que en medio de la tormenta conducen el barco hacia las rocas. “Ya la fuente se secó…pero en el PRI no hay novedad”. Tercer aviso.

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