DOMINGO DE LEYENDAS. EL MOLINO DE BELEN.

16 junio 2019
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Es creencia general de la presente generación, que el Molino del Colono Santos Rojo, se sabe que es llamado Belén o Bethlem cuyas ruinas se encontraban al oriente de Saltillo, en donde desemboca la calle de Ateneo, coincide su situación con lo que las Mercedes señalan, es decir junto a la ciénega grande, que al desecarse formó «El Barrial» que se extendía al oriente de la población desde la calle Matamoros, fue destruido a causa de los combates librados por aquel rumbo, en épocas revolucionarias.  Como a últimas fechas se ha recordado el nombre de un establecimiento que fuera emporio de riqueza y de trabajo en tiempos ya idos, haremos una breve historia del viejo Molino, para entrar después en la conseja y la leyenda que corren ahora con misterio y espanto entre aquel populoso vecindario que vive actualmente en sus cercanías.

Un Rayo fue la causa de que el Molino de Belén se incendiara , convirtiéndose en agrietadas ruinas de caliche, deformes pedazos de hierro retorcido y hacinamientos de piedra y tubos, entre los cuales existe aún, la muela, la famosa muela de piedra traída desde Francia para moler el trigo.

Y aquellas paredes que antes fueran nidos de palomas, son ahora guaridas de búhos y murciélagos, que atraídos por la soledad, hacen en ellas sus moradas.

En la época revolucionaria el viejo Molino sirvió de parapeto, tanto a las fuerzas federales comandadas por el general Joaquin Mass en 1913, como a las huestes de Don Venustiano Carranza , en períodos posteriores, pues era aquél rumbo el que juzgaba más a propósito para atacar a Saltillo los revolucionarios que venían de la Sierra de Arteaga.

Una vez, en el año de 1914, cuando las fuerzas del Gral. Francisco Coss se acercaron para tomar la plaza, el comandante de las fuerzas federales mandó varios destacamentos para proteger aquél rumbo, mantener los Fortines de Carlota  de los Americanos y defender el Centro de la ciudad, desde los techos de la Catedral de Santiago y el Palacio de Gobierno.

Bien sabían los federalkes que no tardaría mucho un ataque. Unos cuantos días después se acercaron las fuerzas del Gral Frncisco Coss hasta «las tetillas». Muchos soldados revolucionarios deseosos de ver a sus familiares que viviían cerca del Molino de Belén, se aproximaron con arrojo y valentía hasta el Molino; pero fueron rechazados, después de una sangrienta escaramuza. Uno de los soldados federales que resultó herido, se arrastró fuera del Molino, hasta una de las viviends cercanas a las ruinas, para pedir un vaso de agua.

Una mujer de corazón noble, aunque era esposa de uno de los revolucionarios atacantes, no tuvo empacho en atender a la petición de aquel infeliz y después de darle de beber, se dedicó a la tarea de vendarle la herida. En esos momentos volvieron las huestes revolucionarias a atacar el Molino, con refuerzos suficientes, y lograron desalojar a los que en él estaban parpetados, que se replegaron al centro de la ciudad, a donde ya los atacantes comenzaban a penetrar por otros sectores.

El esposo de la buena mujer que atendiera al herido, se dirigió inmediatamente a su casa después del combate, y fue grande su sorpresa al encontrar en ella, al «mocho» aquel, vendado por su esposa: lleno de furor saca el marrazo, y se lo enterró en el pecho al soldado federal y a la desdichada mujer que, en su opinión,le había sido infiel. Y cuando las tinieblas cubrían aquellos contornos, se llevó arrastrando los dos cadáveres hasta el Molino, cavó un foso y echándolos juntos,los cubrió de piedra y tierra. Y en seguida, tal vez arrepentido de su acción, o en un acto de locura, el revolucionario se clavó el marrazo en el corazón,cayendo desplomado sobre la tierra que cubriera los cadáveres de sus dos victimas.

Han pasado los años; en varias ocasiones se ha asegurado que por aquél lugar «espantan», y para no incurrir en mentira, dejemos a la conseja pública, con todo su sabor, el cuento de los aparecidos del «Molino de Belén».

Un día conversaban amigablemente los vecinos X y Z en la esquina que forman las calles de Juaréz y La Fragua, antes de que se iniciará la Construcción de la Estación de Saltillo Oriente, desde cuyo lugar, se aprecia la silueta del viejo Molino. Una conversación de esas en que las horas se pasan sin sentir, saboreando uno tras otro los cigarrillos.

Noche de abril, tranquila y plácida, de esas noches que invitan más a estar fuera del hogar que revolviéndose en el lecho. La serenidad del ambiente, un aire casi imperceptible que soplaba de Este a Oeste, hicieron que los dos antiguos amigos oyeran la campana del reloj de la Catedral dando la una de la madrugada.

-Vámonos¡- exclamaron a un tiempo. Y ya para despedirse, percibieron en medio de la obscuridad, con dirección al Molino, una luz que los obligó a comentar sobre ell. -¿Es ese el molino?- preguntó uno de ellos.

-Parece; pero más bien creo que están quemando leña en la Sierra para hacer carbón- dijo el otro.

Se quedaron los dos contemplando fijamente la lucecilla, y vista con más atención, se dieron cuenta de que cambiaba de lugar, yendo de un lado para otro.

Hombres avezados a las aventuras nocturnas, parados muchas veces por algún desconocido, a las altas horas, para preguntarles «que horas son» o «présteme su lumbre» no se intimidaron; pero sin darse cuenta flaqueaban y no obstante sus esfuerzos por ir a la luz no pudieron hacerlo. Sin embargo, pendientes del fenómeno lograron percibir que una silueta blanca iba unida a la lucecilla.

Considérese el espanto de los individuos y después de unos minutos repuestos del espanto, cada quien gano para su casa.

Pero no termina aquí la leyenda. Pocos años después se inició la construcción de la Estación del Ferrocarril Saltillo Oriente y varios edificios cubrieron la fachada del Molino y ya no pudo verse desde la esquina que forman las calles de Juárez y la fragua. Los vecinos ya no tuvieron que hacer un rodeo para ir a sus hogares y todo el barrio estaba en paz, cuando por no se causas un bombero de los que sacan agua de las norias que están a 200 metros detrás del Molino, se le ocurrió pasar frente a las ruinas, es decir , dando vuelta por el costado que va al norte.

A su espanto y tétrica aseveración dejo el cuento de lo que afirma que le acaeció allá por el año del 1921.

Que estando como a las diez de la noche tomando unos pulquitos en casa «La Charra» y cerca de las once cuando estaba por cerrar el bar, agarró para su casa y al llegar a la esquina del que era el Hospital de Concentración se oyeron las campanadas que marcaban las doce y al llegar al frente del Molino vio  la sombra de un bulto y aunque espantado siguió por la vereda que en últimas fechas se había abierto por un lado del rebaje que se hizo para sacar el riel. Y fue ahí donde al voltear vio una sombra blanca siguiendo a otra., las cuales se aseguran eran de la mujer y su marido el soldado.

 

Todavía en la actualidad, los vecinos aseguran que hay ocasiones en que a media noche se pueden ver dichas siluetas y que dichas apariciones no acabarán hasta que los protagonistas de la historia descansen en cristiana sepultura.

 

 

 

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