*LA CIUDAD Y EL CIUDADANO.* POR: G.A.R.

31 marzo 2019
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DESDE SALTILLO CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO.

ADORAR A HERNÁN CORTÉS EN MÉXICO, EN TIEMPOS DE AMLO.

ANGUSTIA COLECTIVA EN EL MUNDO POR EL CAMBIO CLIMÁTICO.

¿ES CANADÁ UN PARAÍSO LABORAL?

LOS LIBROS MÁS INFLUYENTES DEL MUNDO OCCIDENTAL.

SABER DECIR NO…Y SENTIRSE CÓMODO.

LA REINA ISABEL II RENUNCIA…A MANEJAR EN CARRETERA.

VOLVER A CREER EN SARAPEROS.

*LA CIUDAD.*

La lucha contra el cambio climático no solo se tiene que dar en el cumplimiento de los grandes acuerdos internacionales, ni en los foros multilaterales, o las decisiones entre los bloques de naciones.
El verdadero combate a los efectos globales de la contaminación, se tiene que dar a todos los niveles, en todo el orbe. Por eso es muy importante que Saltillo cada día integre más acciones a su estrategia de protección ecológica.

La Policía Ambiental, por ejemplo, sigue causando impacto en gobiernos municipales que no conocían la naturaleza y posibilidades de este cuerpo de vigilancia especializado. Nos se nos había ocurrido!!, dicen al enterarse de su existencia y características.

Sumarse al esfuerzo contra el cambio climático es una batalla de toda la humanidad, que se puede ganar, si se trabaja en cada ciudad, en cada colonia, en cada calle, cada escuela, cada arroyo.

*EL PAÍS.*

Francisco Gutiérrez se presenta a sí mismo como «el último hombre en la Tierra que recuerda a Hernán Cortés». Este limpiador de zapatos, serigrafista y rescatista mexicano cuida la memoria del conquistador en su «tumba secreta» ubicada en un templo al centro de Ciudad de México.

Cada mañana, rumbo al trabajo, este hombre de 52 años se para a un costado del templo de Jesús Nazareno, siempre en posición de guardia, y desde ahí realiza una leve inclinación, con los ojos cerrados y expresión solemne.

-¿Qué le dice?

-Le muestro mis respetos a Hernando. Nunca lo conocí, pero como mexicano le estoy muy agradecido y se lo hago saber -responde fuera de la iglesia, en medio del tráfico que azota el centro histórico de la capital mexicana.

En esta pared, donde Francisco se sitúa cada día, hay un mosaico alusivo al punto específico donde Cortés y el emperador azteca Moctezuma se encontraron por vez primera. Pero también señala un secreto que se esconde al otro lado: la tumba del almirante español.

-Nadie viene a visitarlo más que el señor -dice una vendedora de dulces cerca del templo, como si se tratara de un familiar cercano.

-Aquí ya no hay permiso para sacar fotos ni hacer turismo. Nos lo tienen prohibido. Por eso me vengo al mosaico para estar lo más cerca posible -explica el bueno de Francisco.

-¿Por qué lo venera tanto?

-Es más que un conquistador. Nos abrió los ojos para situarnos en el mundo moderno.

Estas declaraciones contrastan con las dichas en días pasados por el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), en las que solicitaba a España y a la Iglesia católica una disculpa por la conquista de América. «Tenemos que pedir perdón y que el año 2021 sea el año de la reconciliación histórica», afirmó en un vídeo grabado delante de las ruinas mayas de Comalcalco, en el estado mexicano de Tabasco.

Y no sólo eso. Charlie Valentino León Flores Vera, diputado de Morena, aseguró que los mexicanos fueron colonizados por la «peor raza» y por eso la «coronilla española» debería arrodillarse ante el país. En medio de estos mensajes, el pasado lunes el Gobierno de España rechazó «con toda firmeza» esta petición.

Desde 1836 los restos de Cortés están en la iglesia de Jesús Nazareno (México DF). En la foto, su última exhumación, en 1946.
-¿Y usted qué opina, Francisco?

-Yo voté por AMLO, pero esa petición no representa a México. Es como si López Obrador obligara también a pedir perdón a los descendientes de la Triple Alianza [Texcoco, Tlacopan y México-Tenochtitlán, que gobernaban hasta la llegada de Cortés] por someter con sacrificios a los pueblos del centro del país.

A finales de la década de los 90, Francisco comenzó a venir al templo y visitar a Cortés. Entonces aún dejaban acercarse a la cripta.

A unos metros del suelo, dice, la limpiaba, sacudía y abrillantaba. La tumba no se aprecia a simple vista ni está indicada por ningún letrero. Hay que caminar hasta el fondo y a la izquierda del altar. Ahí aparece un pedazo de metal, escondido bajo las sombras de andamios, hoy cubierto por un rojo cobrizo y con una simple inscripción: Hernán Cortés 1485-1547.

-¿De dónde nace este inusual cariño por Hernán Cortés? -le preguntamos a este hombre que incluso con la barba busca asemejarse al personaje español.

-Mi madre murió de cáncer hace 22 años. Y leía entonces un libro sobre la vida del navegante; su valentía me animó a continuar. Desde entonces le hablo.

Esta tumba siempre ha resultado ser un secreto a voces. Jorge de León, cronista y un acucioso investigador de la historia de Hernán Cortés en México, le llama «la persecución postmortem a Cortés» al ir y venir de sus restos, un vaivén que se ha prolongado más de dos siglos.

«México no sabe qué hacer con él y no quiere saber nada de él. La historia lo olvidó injustamente», agrega.

Este viacrucis comenzó el 2 de diciembre de 1547, cuando el marino falleció a la edad de 62 años en Sevilla. Por un corto tiempo, sus restos permanecieron en esa ciudad, en el monasterio de San Isidro del Campo.

«En su testamento, Cortés pidió expresamente que antes de cumplirse 10 años de su muerte, sus restos fueran trasladados hasta un monasterio que él mismo mandó construir en Coyoacán, pero éste nunca se erigió y 15 años después finalmente llegó a México, a un templo ubicado en la rivera del Lago Texcoco. Ahí también estaba enterrada una de sus hijas», añade el experto.

Más de 60 años después, Pedro Cortés, último integrante masculino de su descendencia, murió y ambos fueron enterrados en la iglesia de Jesús Nazareno.

En 1823 y por una decisión oficial, los huesos de Cortés fueron llevados a la Catedral Metropolitana para colocarlos junto a los restos de los héroes de la Independencia de México.

La opinión pública criticó esta idea y, ante las amenazas de profanación, Lucas Alamán, que entonces fungía como administrador del hospital de Jesús Nazareno, sacó del templo los restos de Cortés y los escondió, primero en una tarima del hospital y luego en otro sitio del que nadie se enteró.

Para calmar el clamor popular, Alamán dijo que los restos habían sido enviados a Italia.

«Los independentistas convirtieron a Cortés en un sinónimo de crueldad y represión del nacionalismo mexicano. Eso también motivó que se retirara la única estatua de Cortés en el país, una obra del arquitecto Manuel Tolsá que de 1794 a 1828 estuvo en el Hospital de Jesús, nosocomio que el capitán mandó a construir. Fue desmontada y llevada a Italia con desprecio», añade De León.

Para evitar que la urna con los huesos de Cortés se perdiera, Alamán registró en un acta su ubicación exacta y sacó tres copias: una fue entregada a la embajada de España, otra la hizo llegar a los descendientes de Cortés (que vivían en Italia) y la tercera se guardó en el Patronato del Hospital.

En 1836 ya se había firmado el Tratado Santa María-Calatrava, explica el cronista, pero el odio hacia la figura de Cortés continuaba. En ese documento, España reconocía la independencia de México y finalizaba las tensiones entre ambas naciones, pero la gente continuaba pidiendo que los restos del marino fueran arrojados al mar.

En 1946 el político español Indalecio Prieto, que se encontraba exiliado en México debido al franquismo, encontró una de las actas, descubrió que la urna siempre había estado oculta en el muro contiguo al altar del templo de Jesús Nazareno y pidió el apoyo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) mexicano para determinar si la osamenta correspondía a Hernán Cortés. La prueba salió positiva. Desde entonces los restos reposan en ese lugar.

«Es un hombre de su tiempo. Una persona culta, con tradición de escribano. Muy hábil. Cortés es el padre de la nacionalidad y ya es tiempo de que México lo reconozca como tal», dice el cronista.

Cuando habla del conquistador, la expresión de Francisco delata una emoción evidente: ese labio superior temblando y una sonrisa iluminada.

-El marino está implícito en nuestra genética. Mis respetos para él, porque de venir de un mundo moderno, sus ojos encontraron una ciudad de espejos de agua. Aprendió de nosotros, pero también nos salvó de nuestra barbarie.

Francisco hace referencia a los sacrificios y el canibalismo que caracterizaban a los aztecas durante los meses en que alimentaban al Sol para brindarle energía vital. Se cree que durante el Imperio Azteca se sacrificó a entre 14.000 y 20.000 personas.

Según descripción de fray Diego Durán, uno de los religiosos que acompañaba a Cortés en su primer viaje a Tenochtitlán, el sacrificio más común era el que se realizaba en lo alto del adoratorio principal, conocido como Templo Mayor, donde un sacerdote abría el pecho a la víctima con un cuchillo para sacar su corazón, el cual se colocaba en un recipiente, el cuauhxicalli, para después arrojar el cuerpo desde lo alto del templo.

Los restos de la escalinata hoy en día siguen mostrando restos de manchas de sangre.

Pero esta no era la única forma de sacrificar; había otras en las que se desollaba a la víctima y el sacerdote se colocaba encima su piel, según explica en sus investigaciones Ross Hassig, doctor por la Universidad de Stanford y especialista en la cultura azteca.

En una ocasión, para consagrar el templo a Huiztilopochtli (deidad azteca de la guerra) se sacrificaron a 70.000 personas.

El canibalismo también era frecuente con las personas sacrificadas. Sus cadáveres eran descuartizados, asados y luego trinchados para un festín familiar. Con frecuencia, las extremidades eran cocinadas para el consumo humano y otras partes del cuerpo, como el torso, eran arrojadas a las jaulas del zoológico local.

«España nos trajo mucha civilización y eso es innegable tras recordar tanta sangre derramada en nombre de los dioses», añade Jorge de León.

Dos kilómetros separan la tumba de Hernán Cortés de la casa de Francisco; sin embargo, el hombre ha reducido sus visitas por sus problemas de movilidad. Su rodilla está lastimada por una caída en su trabajo como servidor público en el Gobierno de la Ciudad de México, de donde fue despedido en 2006.

Pero esta situación no le impide que en ocasiones se fume un tabaco al pie del mosaico, lo más cerca que ahora puede estar del capitán español.
Y lanzar frases sueltas: «Si Colón tiene una estatua, no entiendo por qué Cortés no la tiene». «Alguna vez quisiera que Cortés me respondiera. Hablar de cómo cruzó los mares, qué fue lo primero que vio al llegar a México».

Francisco expresa timidez cuando, en voz baja, le pide al reportero que lo acompañe al interior del iglesia a despedirse de Hernán. «Hay que entrar en silencio porque si no el que atiende la tiendita de rosarios se molesta».

Se acomoda su boina, que usa desde que se cortó el cabello tras la muerte de su madre, y avanza a paso lento. Sus ojos no paran de mirar y mirar la placa, a lo lejos, indistinguible.

Al salir, en el portón del templo, ni dentro ni fuera, Francisco defiende su propia concepción de Hernán Cortés. Así lo demuestra al expresar su enfado con todos aquellos que tachan de villano a su héroe o a España. Él está orgulloso.

El tiempo de la entrevista se acabó. Francisco vuelve a su rutina diaria, en la que comparte un taller de serigrafía con su hermano y planea de qué hablará mañana con Hernando.

«Para mí una disculpa no me da ni me quita. Me situaría en un pasado con un país que hoy es hermano. Lo que sí me da tristeza es ser el único mexicano que lo recuerda. Me gustaría que hubiera más gente como yo para homenajearlo», dice. «Hernán Cortés es el padre de México».

*FAMILIA Y SOCIEDAD.*

“LA ASERTIVIDAD ES EL ARTE DE SABER DECIR QUE NO Y SENTIRSE CÓMODO CON ELLO”

La gestión de las emociones, respetar y saber decir que no, son algunos de los principios fundamentales de las relaciones humanas según la doctora en psicología Clínica y de la Salud, Laura Rojas-Marcos. Esta especialista destaca la familia como la primera escuela y el entorno de convivencia ideal para aprender a manejar las emociones.

POR: LAURA ROJAS-MARCOS.

La asertividad está directamente relacionada con los límites. Es básicamente el arte de saber decir que no y sentirse cómodo con ello. El saber qué es lo quieres, qué es lo que no quieres y cómo expresarlo.

Cómo pedir lo que quieres. Si alguien te pone presión, sentirte lo suficientemente cómodo para decir «no quiero» o «sí quiero» o «estoy determinado a conseguir algo y voy a aplicar la asertividad». Hay muchas personas que confunden la asertividad con la agresividad.

La agresividad es, al fin y al cabo, llevar a cabo una conducta violenta: no es algo bueno. Cuando hablan las personas de «este ejecutivo es un ejecutivo agresivo» con admiración, eso no es algo positivo. Alguien agresivo no es precisamente alguien ameno, yo diría que es alguien más tóxico que otra cosa.

Alguien que grita, alguien que falta al respeto. En cambio, las personas asertivas no solamente saben desde una seguridad lo que quieren, sino que también lo saben pedir. Saben decir que no, saben negociar, saben argumentar y desde un lugar de calma y de serenidad, y eso es muy importante.

¿Cómo se aprende a ser asertivo? Pues se aprende, en primer lugar, sintiéndote cómodo con lo que tú quieres, con lo que tú esperas y el saber expresarlo sin ofender ni faltarle el respeto al otro. Si alguien te falta el respeto, pues tú sabes defenderte y protegerte.

No desde la agresividad: uno se puede levantar y se puede marchar o decir «yo no acepto que me hables así». Eso sería un ejemplo de conducta asertiva. Una persona agresiva insulta, ofende, ya sea con un lenguaje verbal, físico, o con un lenguaje no verbal, con la mirada, por ejemplo. Aprender a ser asertivo es fundamental.

A menudo me encuentro a personas que no saben serlo, se sienten muy incómodos con el «no».

Es más, sienten como que tienen que decir que sí. Quizás han crecido en un entorno donde el «no» no estaba permitido, donde la prioridad eran las necesidades de otras personas que las propias, donde se les enseña que tú estás siempre en un segundo lugar y que hay que preocuparse mucho por lo que dirán o lo que piensen los demás.

Las personas asertivas saben lo que quieren, saben lo que piensan, incluso saben gestionar sus «no sé»: «no sé qué hacer» o «no sé qué es lo que quiero» y se toman el tiempo para pensar, para decidir y para actuar.

La verdad, el decir la verdad y vivir desde la verdad, es un buen valor. Vivir desde la mentira no creo que sea algo que sea prioritario. Ahora bien. Es muy importante, en las relaciones personales, tener consideración, ser sensible, tener en cuenta las emociones y los sentimientos de la otra persona.

¿Es necesario siempre decir la verdad aunque cause daño? Bueno, ahí, quizás, tenemos que preguntarnos «lo que voy a decir, ¿qué efecto va a tener?», «¿es realmente necesario?».

Hay una palabra que a mí me gusta mucho que es «sincericida». Es un término que no existe en el diccionario, pero a mí me encanta porque creo que representa muy bien a muchas personas que a veces se vuelven tóxicas.

Su manera de hablar, de comunicar o desde el hacer. Aunque todos, como seres humanos, somos imperfectos y todos podemos ser tóxicos en un momento dado, pero sí encuentro que hay personas que, en nombre de la sinceridad, dicen todo lo que piensan aunque no se les haya preguntado.

Dicen todo lo que piensan sin ningún tipo de delicadeza, consideración, en nombre de esa verdad y de esa sinceridad. Esas personas son sincericidas y son personas que hacen muchísimo daño. Yo no creo que eso sea una buena cualidad y creo que hay que diferenciarlo de ser sincero.

Si tú me haces una pregunta: «Laura, ¿qué piensas sobre…?» o «¿qué sientes sobre…?», sí creo que es importante ser sincero, pero también utilizando un lenguaje respetuoso. Muchas veces, los sincericidas no son respetuosos y aprovechan… Para humillar, ¿no?

Para humillar, para hacer chantaje emocional, para manipular, para hacer daño y se colocan en un lugar de poder. Y eso no creo que sea algo ni positivo, ni constructivo, y de hecho, creo que así te vas a ganar muchos enemigos.
Conozco a muchas personas que se han quedado solos o sin amigos por ser sincericidas. Lo cierto es que no hay que decirlo todo. Y creo que es muy importante decir la verdad, pero así como el decir que «no», que está relacionado con la asertividad, hay muchas maneras de decir que no. Uno puede ser agresivo: «no quiero».
O puede ser contundente o firme, pero hay muchas maneras de decir lo que uno piensa teniendo en cuenta los sentimientos del otro. El tener empatía y tener la capacidad de ponerse en el lugar de la otra persona.

El respeto es fundamental. Es un tema que me gusta mucho hablar de ello porque no hay convivencia sin respeto, no hay buena comunicación sin respeto, no se puede compartir y convivir sin el respeto. Yo diría que es el ingrediente más importante en las relaciones humanas.

Esto está muy relacionado con la asertividad, el cómo decimos que no, que no quiero, que sí quiero, que esto es importante para mí o por aquí no voy a pasar. Basta ya.
Es importante saber dónde está nuestro «basta ya». A mí me preocupa mucho, cuando estoy pasando consulta y estoy trabajando con alguien que no sabe dónde están sus límites, hasta dónde está dispuesto a llegar.

Cuando no sabemos dónde están nuestros límites, eso es bastante peligroso, porque somos capaces incluso de ponernos en situaciones muy contraproducentes, dañinas y peligrosas incluso, ya sea para nuestra salud física como para nuestra salud emocional.

El poner límites, el saber poner límites a otros es fundamental. Pero no solamente poner límites a otros y que otros nos pongan los límites a nosotros. Qué decir de los propios límites. Cómo nos ponemos a nosotros mismos nuestros propios límites.
Ahí entramos en un campo que es enorme y bastante ambiguo porque tiene que ver con el diálogo interno. Cómo yo me hablo va a influenciar mucho en mi manera de sentir, mi manera de pensar, en mi manera de actuar.

A veces, las personas tienen un diálogo interno sumamente destructivo. Sumamente destructivo e incluso cruel que, incluso si hablaran así a otra persona, se quedarían sin amigos. Y podemos ser muy crueles, no tenemos límites en ocasiones en ese diálogo interno que podamos tener.

Entonces, claro, ¿de qué estamos hablando? Estamos hablando de proteger, de respetar un espacio, ya sea físico, como emocional, como mental. Todos nuestros procesos cognitivos, la manera en la que pensamos, la manera en la que actuamos.

Todo está relacionado y la manera en la que nos relacionamos con los demás a la hora de poner límites a otros. El «no voy a aceptar», «esto no lo voy a permitir»… Tenemos que saber hacer eso porque, si no, nos van a invadir o vamos nosotros a invadir a otros.

Al fin y al cabo, como dice ese refrán, nuestra libertad termina donde empieza la del otro, y el compartir ese espacio, el compartir la energía también, es importante para que haya una buena armonía y una buena convivencia.

*TRABAJO.*

¿REALMENTE ES CANADÁ EL MEJOR LUGAR PARA TRABAJAR?
La colombiana Carolina Campos aterrizó en Montreal (Quebec, este de Canadá) en 2013. Tenía 32 años y llegaba con visa de residente permanente, bajo la categoría de trabajadora cualificada.
Abogada especializada en derecho público y con años de experiencia en su país, Campos ha tenido muchos más problemas de los esperados para hacerse un hueco en la esfera laboral canadiense: nada más llegar se dio cuenta de que tendría que volver a la universidad si quería ejercer nuevamente su profesión.
“No vine engañada a Canadá, pero sí con varias lagunas sobre la realidad del mercado laboral. Las cosas no son tan claras en las sesiones de información en Colombia. Te describen el panorama de forma muy optimista, pero deberían ser más precisos”, se queja.

Al ver que la puerta de la abogacía se le abriría con dificultad, se vio forzada —como otros tantos— a reorientar su profesión. Trabajó como camarera y vendedora de artículos deportivos mientras estudiaba para obtener un certificado en cooperación internacional. Postuló para varios empleos cualificados, pero no obtuvo respuesta.
Hizo prácticas ocho meses en Honduras gracias a un organismo canadiense y a su regreso a Montreal obtuvo un contrato de poco más de medio año. Postuló a otros trabajos, de mayor responsabilidad. Sin suerte.
«Ha sido decepcionante», reconoce. Tanto como para haber decidido volver a los estudios como mal menor. «Estoy cursando un máster en ciencia política con el que espero ampliar mis posibilidades para encontrar un empleo acorde a mis competencias profesionales».

El caso de Carolina Campos no es ni mucho menos aislado. Canadá es un país reconocido mundialmente por su sistema de selección de inmigrantes y requiere cada vez más de miles de trabajadores cualificados.

No obstante, varios factores hacen que buena parte de los profesionales extranjeros tengan problemas para mostrar su potencial en el país norteamericano: según datos oficiales, casi la mitad de los inmigrantes de entre 25 y 54 años cuentan con diploma universitario, un porcentaje muy superior al de los canadienses de nacimiento: menos uno de cada tres.
Por el contrario, los inmigrantes con estudios superiores ganan, de media, un 30% menos que los oriundos de Canadá.

El caso de Campos refleja la dificultad para la homologación de los títulos de letrados extranjeros, pero no se limita a ese gremio: médicos, ingenieros químicos, arquitectos, entre otros, viven historias similares.

Igual que en el campo sanitario: de aquí a 2022 habrá que cubrir alrededor de 60.000 puestos de enfermería, pero quienes ya trabajaban como tales en sus países de origen tienen serios problemas para homologar sus certificaciones y conseguir el anhelado contrato de trabajo en el país norteamericano.

La tasa de desempleo canadiense cerró el año pasado en el 5,8%, cifra que subía hasta el 6,1% entre la población inmigrante y el 9,4% entre quienes llevan menos de cinco años residiendo en el norteamericano.

El buen estado de la economía y algunas políticas gubernamentales han reducido estas cifras en el último lustro, pero en un país en el que hay dificultades para encontrar profesionales en un número no menor de sectores, el camino por recorrer es aún vasto.

El círculo vicioso que sufren los migrantes cualificados en Canadá a la hora de buscar trabajo suele ser el siguiente: se les pide experiencia canadiense, pero pocas empresas e instituciones les permiten adquirirla. “En una entrevista de trabajo comencé a describir las responsabilidades que tuve en Colombia. Ni siquiera me dejaron terminar”, cuenta Campos.

Kelly Thomson y Joanne Jones, profesoras de la Universidad de York, realizaron un estudio sobre contables de otros países que deseaban ejercer la misma profesión en la provincia de Ontario (este).

“Al entrevistar a empleadores constatamos que esto tiene poco que ver con cuestiones técnicas: más bien responde a las relaciones a desarrollar con tus colegas, a cómo te insertarás en el ambiente de la oficina. Algunos empleadores comprenden los beneficios de contratar a una persona con otro tipo de bagaje. Por desgracia, otros más muestran renuencia”, comenta Thomson.

Ahí llega el segundo escollo: la limitada red de contactos en el país de acogida. «Uno de nuestros programas consiste en asignar un tutor para que el inmigrante pueda construir poco a poco una red. Es una gran herramienta para encontrar oportunidades laborales», afirma vía telefónica Debroy Chan, director de inclusión en el Consejo de Empleo para Inmigrantes de Toronto. Los inmigrantes profesionales son fundamentales para que Canadá compita a escala global.

Ante la imposibilidad de desarrollar una carrera profesional acorde a sus expectativas, muchos inmigrantes deciden dar un giro, aceptando trabajos por debajo de sus capacidades o que, directamente, nada tiene que ver con su formación previa: hay el doble de inmigrantes sobre calificados que nacidos en Canadá.

El mexicano Martín Portocarrero llegó a Montreal en 2014 para cursar un máster en Relaciones Internacionales. «Me ha ido bien, a diferencia de muchos inmigrantes que conozco», dice. Gracias a la visa de trabajo que otorga Canadá a quienes concluyen estudios superiores, obtuvo un contrato en un organismo tras realizar prácticas en el mismo sitio.

«Trabajo en el departamento de comunicación. El problema es que no es un empleo que me permita poner en práctica todos mis conocimientos y experiencias. Fui durante varios años consultor en políticas públicas en México y hay proyectos en los que podría trabajar sin problema».

La discriminación también tiene mucho que ver en las dificultades de los inmigrantes para insertarse con éxito en el mercado de trabajo canadiense. Un estudio mostró en 2012 que las personas con nombres de origen africano tenían una probabilidad un 38% menor de ser convocadas a una entrevista de trabajo en comparación en Montreal que sus iguales francocanadienses.

En el caso de los nombres árabes, este porcentaje era del 33% y en el de los hispanos, de casi el 31%. «Todos contaban con experiencia laboral en Quebec y diplomas de la provincia. La discriminación es una variable a tomar en cuenta», comenta Paul Eid, profesor en la Universidad de Quebec a cargo del estudio, que recuerda que las trabas para los migrantes blancos son mucho menores.

En 2017, un ejercicio similar realizado por la Universidad Ryerson subrayaba que las personas con nombres asiáticos tenían un 30% menos probabilidades de obtener una entrevista.

*VISIÓN GLOBAL.*

HAY UNA ANGUSTIA COLECTIVA EN EL MUNDO POR EL CAMBIO CLIMÁTICO: FILÓSOFO FRANCÉS.

Bruno Latour (Beaune, 1947) es uno de los filósofos franceses más influyentes hoy. Acaba de publicar en castellano Dónde aterrizar. Cómo orientarse en política (Taurus; traducción de Pablo Cuartas).

El libro es un diagnóstico sobre un mundo donde el cambio climático lo trastoca todo y permite comprender fenómenos que van desde las desigualdades hasta la globalización, pasando por el ascenso del populismo.

También es un llamamiento a la acción. Y, finalmente, una síntesis del pensamiento de un precursor en disciplinas como la sociología de la ciencia en la reflexión sobre los hechos y la verdad.

PREGUNTA. Usted ha contado que una vez, sobrevolando el mar de Baffin en un viaje a Canadá, vivió un momento revelador al ver cómo el hielo retrocedía. ¿Qué ocurrió?

RESPUESTA. Mirando por la ventanilla, me di cuenta de que la placa de hielo, por su forma, resumía el problema que vivimos. Al estar en el avión ya no asistía a un espectáculo, sino que estaba modificando el espectáculo puesto que el CO2 que emite el avión influye en la placa de hielo.
Antes, este espectáculo, el de la placa de hielo vista desde el avión, habría tenido un carácter sublime. Ahora es complicado sentirlo así. Si a usted le dicen que es responsable de lo que ve, el sentimiento es distinto, es una forma de angustia.

P. ¿El vértigo del que habla en el libro?

R. Antes, la angustia que nos causaba la naturaleza venía de que éramos demasiado pequeños y la naturaleza inmensa. Ahora tenemos la misma talla, influimos en cómo la tierra se comporta.
Y es desorientador, por ejemplo, para los jóvenes que se manifiestan [contra el cambio climático]. De la extrema izquierda a la extrema derecha, todas las posiciones políticas están marcadas por esta angustia.

P. En el caso de los chalecos amarillos o los votantes de Trump, la angustia es más económica que medioambiental, ¿no?

“Todas las posiciones políticas están marcadas por la angustia que nos causa la naturaleza”

R. Es como si el suelo o el país en el que estoy ya no me fuese favorable. No es ecológico en el sentido de la naturaleza, pero sí del territorio. El problema es este sentimiento de perder el mundo. Ya existía antes, pero eran los artistas, los poetas quienes lo sentían. Ahora es un sentimiento colectivo.

P. Según usted, una élite, ante esta situación, ha dicho: “Nos vamos”. Abandonan el barco.

R. Comparémoslo con las reacciones fascistas de los años treinta. Hay parecidos, una especie de repliegue nacional, étnico. Pero entonces eran proyectos de desarrollo.

P. Desarrollo, ¿en qué sentido?

R. Era una locura, pero era un proyecto de civilización. Ahora estamos ante un proyecto para deshacer los vínculos, abandonar las construcciones.
La reacción más extraordinaria de Donald Trump consiste en decir: “Nosotros no tenemos problemas de cambio climático; es algo que ocurre en vuestra casa, no en la nuestra”.

Considera que el continente americano no está sujeto a los mismos problemas climáticos que Europa o China. Esto es una novedad.

P. Pero Trump es una excepción, ¿no? El Acuerdo de París para combatir el cambio climático fue suscrito por los Gobiernos de todo el mundo, lo que podríamos llamar las élites.

R. Esta idea de abandonar las obligaciones la comparte ahora también Brasil, y consiste en decir: “Nos vamos”. Esa es la versión Trump, pero existe otra variante high tech que dice: “Nosotros también nos vamos, pero hacia un futuro tecnófilo extremo”.

Es el proyecto californiano, poshumano, Marte, la inteligencia artificial, los robots. Lo interesante es que ahora hay gente que vive en planetas diferentes.

P. Y otros, dice usted, huyen hacia lo local.

R. Sí, la reacción de los que se sienten abandonados por quienes se marchan a Marte es regresar al Estado-nación tal como lo imaginan, un Estado-nación imaginado, una ficción.

El ejemplo es el Brexit. A diferencia de los fascismos, no hay un retorno a una conquista territorial, sino a un Estado-nación vacío de todo sentido práctico.

Así que algunos se van a Marte, otros regresan al planeta nacional, que también es abstracto, y en medio estamos los infelices que pensamos que, en un momento u otro, habrá que aterrizar: reconciliar la economía, el derecho, la identidad con el mundo real del que dependemos.

P. ¿Dónde regresar exactamente?

R. A lo terrestre. Puede parecer extraño: ¿por qué aterrizar si ya estamos en tierra? Pero los europeos, los occidentales, hemos vivido en una tierra muy utópica. Se suponía que se desarrollaría ad infinitum, sin límites.

Pero el sueño de que el planeta se modernizaría indefinidamente nunca fue verificado, no tenía fundamento material. Desde el siglo XIX, con el carbón y el petróleo, la economía se había vuelto infinita. Y hay una angustia general por este desajuste.

P. Ante esto, ¿puede haber una idea compartida de la verdad?

R. La gente se queja de las fake news y de la posverdad, pero esto no significa que seamos menos capaces de razonar. Para lograr mantener un respeto por los medios, la ciencia, las instituciones, la autoridad, debe haber un mundo compartido.
Es un tema que estudié en el pasado. Para que los hechos científicos sean aceptados hace falta un mundo de instituciones respetadas. Por ejemplo, con las vacunas se dice: “Estos se han vuelto locos, están en contra de las vacunas”. Pero no es un problema cognitivo, de información.

Quienes están en contra no serán convencidos con un nuevo artículo en The Lancet. Esta gente dice: “Es este mundo contra este otro mundo, y todo lo que se dice en el mundo de usted es falso”.

P. ¿Los hechos no existen independientemente de estos mundos?

R. Los hechos hay que sostenerlos, no viven solos. Un hecho solo es un cordero frente a los lobos.

P. ¿Quiénes son los lobos?

R. Los que devoran los hechos. Un hecho debe estar instalado en un paisaje, sostenido por costumbres de pensamiento, hacen falta instrumentos e instituciones.
Las vacunas son un ejemplo de un hecho que necesita una vida pública. Si voy por la calle con una jeringa intentando vacunar a la gente, me tomarán por un criminal.
Si la vida pública está desgarrada por gente que considera que, diga lo que diga usted, este no es su mundo, los hechos no sirven para nada.

P. Pero en este caso hay un hecho: las vacunas son útiles, independientemente de si otros creen o no en ello.

R. En mi mundo sí. Pero no todo el mundo lee, ni tiene un doctorado, ni confía en las instituciones médicas, ni vive en un país en el que el Ministerio de Sanidad apoya las vacunas. Se necesitan muchas cosas para sostener los hechos.

P. ¿Ambos mundos valen igual?

R. No, pero están en guerra. Es un problema geopolítico. Antes eran problemas de valores o ideología, pero en un tablero estable. Ahora ya no. El mapa está en discusión. “En América no hay problema climático, es falso”, dice Trump.

P. ¿Cuál es la solución?

R. Si aterrizásemos en lo terrestre, podríamos empezar a definir un mundo común. Entonces ya no podríamos permitirnos decir que no hay transformación climática, que los problemas de salud no nos conciernen, que la reproducción de las abejas no es nuestro problema. Volveríamos a discutir entre civilizados.

*LITERATURA.*

ALGUNOS DE LOS LIBROS MÁS INFLUYENTES DE LA LITERATURA OCCIDENTAL.

Puede que no sean los mejores, ni los que más te gustan, pero sí libros que han marcado un antes y un después en la literatura. Por su influencia, por su penetración social, por haber supuesto una ruptura, por haber introducido nuevas formas de narrar.

Aquí va una estantería con los doce libros más influyentes de la historia de la literatura occidental.. La selección está ordenada por orden cronológico.

La Biblia  se ha impreso entre 2500 y 6000 millones de veces en sus distintas versiones e idiomas. Lo incluimos en esta lista porque a pesar de ser el texto sagrado del cristianismo son muchos los que se han acercado a él con un interés meramente literario.

Es probable que el libro de ficción más vendido de la historia sea Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes. La obra cumbre de la literatura española continúa siendo una lectura esencial cuatro siglos después de su publicación.

La historia de la literatura no se puede entender sin La Ilíada, la gran epopeya griega de Homero. Uno de esos libros que ha traspasado todas las fronteras, múltiples son sus interpretaciones y adaptaciones, también cinematográficas.

En esta categoría de obras indispensables se enmarcan también La divina Comedia, de Dante, o El Decamerón, de Bocaccio. Capítulo aparte merece William Shakespeare, su Hamlet  sigue siendo la tragedia más popular del mundo.

Las mujeres no lo han tenido fácil a lo largo de la historia para poder dedicar su vida a las letras. Apartadas del olimpo literario muchas vieron sus aspiraciones reducidas al campo de la afición.

Las que consiguieron romper esas barreras nos han regalado obras fundamentales: Mujercitas, de Louisa Mary Alcott; Sentido y Sensibilidad, de Jane Austen o La señora Dalloway, de Virginia Woolf.
Julio Verne ha introducido a decenas de generaciones en la ciencia ficción con libros como Viaje al centro de la Tierra. Tolstoi, con La Guerra y La Paz, o Dostoievski con Crimen y Castigo, renovaron el género de la novela.

En busca del tiempo perdido es para muchos la gran obra de las letras francesas del siglo XX. Gabriel García Márquez, con Cien años de Soledad, como obra cumbre,  hizo del realismo mágico una tradición.

Y en 2018 son muchos los que consideran al Ulises, de James Joyce, un género en sí mismo.

*MONARQUÍA.*

LA REINA ISABEL II RENUNCIA A MANEJAR EN CARRETERA.
No hay más que ver las imágenes de esta semana, visitando la Hauser & Wirth Gallery en Bruton (Somerset), para apreciar que su forma física es formidable.
Vestida de verde chillón, con uno de sus habituales sombreros engalanado con flores blancas y amarillas, Isabel II dio de comer a los caballos, además de departir con los lugareños bajo un sol de justicia. Sus casi 93 años no impiden a la Reina de Inglaterra cumplir con una apretada agenda.

Sin embargo, a la monarca sí le ha llegado la hora de renunciar a una de sus actividades favoritas: conducir su propio coche cuando está de asueto, casi siempre modelos Land Rover o Jaguar.

Tras el aparatoso accidente de automóvil que dos meses atrás tuvo su marido, Felipe de Edimburgo, que se saldó con dos mujeres heridas (una de ellas, Emma Fairweather, de 46 años, sufrió una rotura de muñeca), Isabell II ha decidido seguir el ejemplo del Duque, quien, a sus 97 años, no tuvo más remedio que renunciar a conducir por carreteras públicas.

La información ha sido desvelada por la versión dominical del diario «The Times», donde se subraya, además, que Su Majestad es la única persona en el Reino Unido autorizada para conducir sin licencia.

Sin embargo, y aconsejada por su equipo de seguridad, ha aceptado dejar de llevar ella sola el volante por las carreteras que no estén dentro de los terrenos de su propiedad.

Tras el accidente del Duque de Edimburgo a finales de enero, en una carretera cercana a su casa de campo en Sandringham, la preocupación en el seno de la Familia Real, sobre todo por parte del Príncipe Carlos, era manifiesta.

En el momento de la colisión con un turismo, a la salida de un cruce, el Duque viajaba solo y no llevaba puesto el cinturón de seguridad.

En un primer momento fue evacuado del lugar de los hechos y trasladado a Sandringham House con una fuerte conmoción. Horas después, fue llevado a un hospital para que se le realizara un chequeo médico que confirmó que su estado era bueno.

Tan solo 24 horas después de la colisión, Isabel II fue fotografiada conduciendo en otra carretera pública de las inmediaciones y, como en el caso de su marido, sin cinturón de seguridad. Ahora ha consentido en usar chófer cuando se traslada por carreteras públicas, aunque podrá seguir poniéndose al volante en vías privadas.

Días después de su accidente, Felipe de Edimburgo firmaban una carta pública en la que pedía perdón a las víctimas y se reconocía muy arrepentido por las consecuencias derivadas del mismo. Además, achacaba el siniestro a la mala visibilidad que tenía a causa del sol.

En una anécdota publicada en las memorias de Sir Sherard Cowper-Coles, quien fue embajador británico en Arabia Saudí, se cuenta que, tras un almuerzo, «la reina preguntó a su invitado real si quería dar una vuelta en coche.

Para su sorpresa, la Reina se subió en el asiento del conductor, arrancó el coche y salió. Abdullah no estaba acostumbrado a que una mujer condujera el coche. Al parecer, el Príncipe Heredero suplicó a la Reina que bajara la velocidad y se concentrara en la carretera».

*DEPORTES*
SARAPEROS.
Los triunfos de viernes y sábado, contra Acereros y Sultanes, para empezar a volver a creer. A nueve días del arranque de la primera temporada de la nueva era.

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