Un niño de cinco años sobrevive casi 24 horas perdido en el desierto argentino

21 marzo 2019
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Benjamín Sánchez tiene cinco años y es hiperactivo. Le gusta huir de sus padres como un juego, hasta perderlos de vista. El domingo por la tarde, aprovechó una merienda familiar al aire libre, cruzó un camino de tierra y se internó entre los arbustos que son la puerta entrada al desierto en El Salado, una región inhóspita de la provincia de San Juan, al pie de Los Andes. La madre lo llamó, pero Benjamín corrió más rápido, entre risas. Hasta que se sintió perdido. La vegetación lo ocultó de la mirada de sus padres y lo que pareció un incidente del momento pudo ser una tragedia. El niño estuvo perdido algo más de 22 horas en el desierto, hasta que unos lugareños a lomo de mula lo encontraron en La Salina, a 21 kilómetros de sitio donde iniciara su travesura. “Terrorífica”, dijo Benjamín a los periodistas que le preguntaron cómo había sido su noche.

“Benjamín no toma dimensión de lo que pasó. Sus primeras palabras fueron ‘te extrañé mamá”, dice Victoria, su hermana mayor, al canal de noticias TN. La desaparición de Benjamín movilizó a unas 1.000 personas que se adentraron en el desierto a pie o en motos, cuatriciclos, todoterrenos, bicicletas y caballos. Fueron finalmente dos lugareños que conocían muy bien la zona (baqueanos) en mula quienes dieron con el niño oculto bajo unos arbustos en una zona barrosa, intransitable para los vehículos a motor. La prensa local contó que Juan Reynoso, padre de seis niños “fue a buscarlo después de trabajar, antes del mediodía y lo acompañó otro baqueano, Peco Espinoza”. “Estaba durmiendo y se quedó sentado en la sombrita, abajo de un hume, que es un arbusto», dijo el rescatista al canal Telesol de San Juan. “Cuando nos vio, nos pidió agua y preguntó por su mamá. Lo abracé y le di un poquito de agua. Gritamos y llegaron todos. Estaba muy bien, tenía la carita llena de barro», contó.

 

El desierto sanjuanino es un lugar peligroso. De día se soportan temperaturas de hasta 40 grados y por la noche el termómetro desciende a cero. Hay serpientes y alacranes, y escasea, mucho, el agua. Benjamín vestía mangas cortas y no llevaba siquiera sombrero. A sus rescatistas contó que intentó tomar agua de un arroyo “pero estaba muy sucia” y que comió “unos pastos” que no le gustaron. No recuerda si durmió, solo que caminó durante horas hacia “una luz” que creyó lo llevaría hacia su madre.

Cerca de la zona del hallazgo se encontraba Alberto Contiveros, un corredor de motos que ha participado en seis Rally Dakar. Contiveros conoce el desierto sanjuanino porque allí entrena cada año para la carrera. Esa mañana, contó, tuvo “una corazonada” y se dirigió hacia La Salina, convencido de que allí encontraría a Benjamín. “Le pedí al jefe que me mandara a esa zona. Allí encontramos las primeras pistas. Los baqueanos a caballo, que iban con lugareños en una camioneta, se adelantaron siguiendo el rastro. Los veo a lo lejos y digo ‘algo tienen’. Entonces, fui a buscar al helicóptero en mi moto y los guié hasta el lugar donde habían hallado a Benjamín”, cuenta a TN.

El pequeño estuvo un día ingresado en observación y el miércoles ya fue a la escuela. Su odisea apenas le dejó unos rasguños en su cara. Cuando abandonó el hospital junto a su madre, una médica de 41 años, se lo vio de muy buen humor, contento entre cámaras de televisión y periodistas que lo acosaban. “Tengo una mamá y un papá, hermanos y primos y primas y dos tías y dos gatas y dos perros. Mañana hablamos, ahora las últimas fotos”, dijo sonriendo, antes de subirse al coche que lo llevó a su casa.

Información de: el País

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