AVISO DE CURVA Rubén Olvera Marines

28 septiembre 2018
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“La Cuarta Transformación”, entre la pejefobia y la pejefilia

Las recientes intervenciones de López Obrador han provocado que la batalla entre la pejefobia y la pejefilia se intensifique. Algunos aseguran que, por alguna extraña razón, los primeros ganan terreno. Otros, en cambio, fieles al tabasqueño, consideran que el camino se encuentra libre de obstáculos para impulsar la «Cuarta Transformación”.

Con estas hostilidades, podríamos pensar que la campaña electoral no ha terminado. Sin embargo, a diferencia de lo sucedido previo al 1 de julio, la naturaleza de los debates se ha modificado. El centro de gravedad ha dejado de ser López Obrador. Las miradas y discusiones ahora se dirigen hacia la factibilidad y utilidad pública de sus propuestas. Los costos y beneficios de la «Cuarta Transformación”, entran a escena.

Lo cierto es que las redes sociales y los medios de comunicación nos adelantan las dificultades que enfrentarán Morena y López Obrador para, una vez en el poder, continuar arrancando el aplauso expedito y universal de los ciudadanos.

No se trata de un desgaste natural por el ejercicio del poder. Es simplemente que, conforme el presidente electo perfila su programa y acciones de gobierno, la ciudadanía concibe que de las próximas decisiones brotarán ganadores y perdedores. Por ejemplo, he escuchado que de abolirse la Reforma Educativa, se atenderá el reclamo de algunos aguerridos colectivos docentes, pero quizás, en lo individual, un joven maestro que accedió a su plaza docente por el método de concurso y que gracias a su preparación y desempeño accederá próximamente a una plaza como director de su escuela por la misma vía, mostrará algunas objeciones porque tal vez, sin la evaluación docente, jamás hubiera podido lograr el cargo en el que se encuentra.

Las promesas y expectativas para transformar la nación de pronto, en el ejercicio del poder, se convierten en presiones presupuestales, inquisiciones tributarias, imposibilidades jurídicas y políticas para hacer rendir cuentas al antecesor, alianzas inesperadas, reformas y contrarreformas que en el imaginario de los pejefóbicos se les concibe como aporías, dudas o contradicciones que ameritan, por lo menos, el escarnio en redes sociales.

Otros incluso se animaron a retomar la agenda de confrontación, tal como lo hiciera recientemente el empresario Claudio X González Laporte a propósito de la declaración de López Obrador respecto a que recibirá un país en bancarrota, por lo que, adelantó el tabasqueño, se presentará cierta imposibilidad para «atender todo lo que el país está demandando”.

El arribo de López Obrador a la Presidencia de la República tiene diversas aristas e interpretaciones para el futuro de la democracia y el ejercicio del poder en México. Pero más allá de los significados ventilados por los pejefóbicos, en contraposición de la pejefilia, el mayor reto que enfrentará Morena será el de garantizar la representación no de sus electores, sino de la nación entera. Deberá considerar también, al emitir juicios respecto a sus propuestas de reformas o contrarreformas, las probables repercusiones negativas o implicaciones para determinados sectores de la población. No se trata de reclamar el derecho de una mayoría abrumadora sin asumir el deber y la responsabilidad frente a un pueblo entero.

Por otra parte, de cara al llamado de López Obrador para someter a consulta la instalación del Nuevo Aeropuerto en Texcoco, valdría la pena reflexionar que los millones de electores no votaron para resolver los problemas como éste o el de la reforma educativa; lo hicieron para cambiar el sistema y decidir quién habría de resolver los nuevos y añejos problemas.

Con 30 millones de votos en la bolsa, no parece necesario delegar el poder, con el riesgo de que algo salga mal, y comenzar a perderlo.

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