#SalvemosALasAbejas Por:Enrique Martínez y Morales

11 junio 2018
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Uno de los más antiguos recuerdos que guardo en mi memoria data de mi niñez temprana. Era un día caluroso y mis padres llenaron una alberquita de hule en el jardín. Corría hacia ella, cuando un agudo dolor en la planta de uno de mis pies me hizo caer y gritar.

Al revisarme el pie, mi madre descubrió incrustado el aguijón de una abeja que había actuado en legítima defensa. Mi alergia a la picadura de los insectos y la intensidad del dolor infligido, me hicieron pasar un muy mal momento.

Crecí, como muchos niños, con una mezcla de aversión, miedo y rencor hacia las abejas, al grado de considerarlas enemigas acérrimas. El paso de los años me enseñó lo equivocado que estaba: de todas las especies de la fauna, esos insectos son de los más benéficos para la humanidad.

Véalo usted si no: polinizan, según la FAO, el 75% de las cosechas del mundo, además de endulzarnos la vida con su miel. Son ejemplo de organización social y laboriosidad. Si bien su trabajo no se valora en su justa dimensión, baste decir que 2,750 de ellas deben trabajar durante ¡toda su vida! para producir apenas un kilo de miel.

Sin embargo, por alguna razón están muriendo. Colonias enteras desaparecen de la noche a la mañana sin motivo aparente. Estudios demuestran que en los últimos 70 años el número de colmenas se ha reducido a la mitad.

Las investigaciones apuntan en varios sentidos: el uso de fertilizantes sintéticos merma el cultivo de plantas nutricionales para las abejas; el abuso de herbicidas no perdona a las flores rústicas; la aplicación de pesticidas aniquila plagas e insectos benéficos por igual; además de los efectos dañinos el cambio climático.

Sin duda necesitamos de ellas para sobrevivir como especie y no nos piden más, a cambio, que las dejemos vivir en paz. No agreden por naturaleza, sino cuando sienten amenazada su integridad o la de su reina. De hecho, mueren al picar a una víctima. Incluso, de las más de 1,800 especies que habitan en México hay una, la “melipona” o “abeja sagrada maya”, que no tiene aguijón, pero muerde a un intruso hasta perder la vida.

Todos podemos aportar algo por salvar a nuestras entrañables amigas aladas. Desde modificar las prácticas agrícolas y sembrar flores en nuestro jardín, hasta enseñar a nuestros hijos a respetarlas y cuidarlas para que desde pequeños sean amigables con nuestras formidables aliadas. Paladeemos también su rica miel, pues entre más la consumamos, más las valorará el mercado. Así, todos tendremos un mayor incentivo para protegerlas.

#SalvemosALasAbejas. Salvándolas, salvaremos también a la humanidad. Sin ellas, padeceríamos una escasez de alimentos insospechada y una hambruna apocalíptica que pondría en riesgo la sobrevivencia de nuestra especie.

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