Oklahoma decide gasear con nitrógeno a los presos condenados a muerte

15 marzo 2018
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Oklahoma tiene una especial predilección por la pena de muerte. Este territorio del Medio Oeste, de casi 4 millones de habitantes y gobernadora republicana, no solo registra el mayor número de ejecuciones per cápita de Estados Unidos, sino que fue la primera administración del planeta en usar la inyección letal. Siempre en vanguardia del horror, ahora ha decidido emplear nitrógeno para matar a los 12 condenados que del corredor de la muerte que ya han agotado todos sus recursos legales.

El motivo alegado para gasearlos es que, debido a la negativa de las farmacéuticas, las autoridades no encuentran en el mercado las sustancias necesarias para la inyección letal. Un problema común en EEUU y que ha llevado a estados como Nevada y Nebraska a buscar fórmulas tan poco ortodoxas como el fentanilo, un opioide sintético, para sus ejecuciones.

“No podemos quedarnos en los márgenes y esperar a que lleguen los fármacos. El nitrógeno es efectivo, sencillo de administrar, fácil de obtener y no requiere procedimientos médicos complejos”, afirmó en conferencia de prensa el fiscal general de Oklahoma, Mike Hunter.

“Hemos buscado las sustancias por todo el mundo, incluso en los callejones de la India y no hemos encontrado nada”, se justificó el director del Departamento Penitenciario, Joe Allbaugh, quien, tras admitir que jamás se ha probado este sistema en ejecuciones, alegó que ha sido documentado en suicidios asistidos. Para redondear su argumento, afirmó que algunos presos de Oklahoma están recurriendo a métodos como la deshidratación para dificultar la inserción de agujas. «Muy listos», remachó.

LA PENA DE MUERTE PIERDE APOYO

En Estados Unidos la aplicación de la pena capital, legalizada en 32 estados, no ha dejado de caer desde 1999. Ese año se llevaron a cabo 223 ejecuciones; en 2016 fueron 30. Este descenso corre en paralelo a la pérdida de apoyo entre la población. En las últimas dos décadas, sus defensores han retrocedido hasta el punto de que en 2016 por primera vez quedaron por debajo del 50%, según un sondeo de Pew Research.

La inhalación del nitrógeno, aunque todavía falta desarrollar el protocolo, sería mediante máscara y generaría la muerte por falta de oxígeno (hipoxia). «Las personas expuestas a grandes cantidades de gas experimentan fatiga,mareos, quizá dolor de cabeza, pérdida de la respiración y de la consciencia… en pocos minutos se producela muerte», explicó el fiscal.

Su relato encrespó a las organizaciones humanitarias. “Nunca ha sido usado antes. Se estaría utilizando a los presos como cobayas, podrían morir con enorme sufrimiento”, alertaron a los medios locales los abogados defensores de los penados.

Los antecedentes de Oklahoma abonan este esperpento. Ya ocurrió el 29 de abril de 2014, cuando al recluso Clayton Lockette, condenado por secuestro, violación y asesinato de una joven, se le inyectó un fármaco poco estudiado en aplicaciones terminales (midazolam). El resultado fue una agonía atroz. Desgarrado por terribles convulsiones y atado de pies y manos a una camilla, tardó 43 minutos en morir. El propio presidente Barack Obama calificó lo ocurrido de inhumano. Pocos meses después se estuvo a punto de cometer otra tropelía semejante y fue evitada en el último instante al darse cuenta un guardia de que se iba a administrar una combinación errónea de sustancias. Desde octubre de 2015 no se han practicado ejecuciones en el territorio.

Pese a estos antecedentes, la fiscalía pisa sobre terreno seguro. Un tribunal validó hace dos años el uso de nitrógeno como “indoloro, fácil y barato”. Y el Parlamento estatal aprobó el 8 de noviembre de 2016 una ley que abría las ejecuciones a cualquier sistema que no estuviese taxativamente prohibido por la Constitución de Estados Unidos.

Tampoco por la parte política se espera ningún obstáculo. La reelegida gobernadora Mary Fallin es una firme defensora de la pena capital y ha sido una de las voces que más han insistido en buscar métodos alternativos tras el espantoso caso de Clayton Lockette.

En la historia de Oklahoma solo un gobernador, el puritano Lee Cruce, se enfrentó a las ejecuciones. En su mandato (1911-1915), se prohibió el póker y la venta de licores, así como las carreras de caballos y las peleas con apuesta. Hombre de una pieza, Cruce llegó a decretar la ley marcial en Tulsa para impedir una competición hípica y no dudó en que las tropas disparasen a los jockeys para dejar claro quién mandaba ahí. Con la pena de muerte no pudo cumplir su sueño de abolirla, pero conmutó las 22 ejecuciones que pasaron por su mesa. Eso fue hace más de cien años.

Información de: El País

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