Algo que vale la pena contar ALBERTO BOARDMAN

8 septiembre 2017
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Y cuando despertó, el teclado estaba ahí. Parodiando el trillado micro-cuento de Monterroso, la manera más común y accesible de interacción social en nuestros días se reduce prácticamente a eso, un estándar aproximado de 80 a 105 teclas para el caso de los ordenadores, y una cantidad innumerable para los dispositivos móviles. Y cuando digo despertó, me refiero a que también viajó, se divirtió, trabajó, hizo el mercado, tomó un café y el teclado siempre estuvo ahí. En la actualidad, no hay momento o espacio de nuestra vida que no se encuentre relacionado por algún correo electrónico, chat, aplicación o red social.

Lo mismo redactamos un oficio que escribimos felicitaciones de cumpleaños, desde la gélida comodidad de un teclado. Y decimos frialdad, por ese carácter impersonal que posee la escritura congelada en la pantalla y que invariablemente se encuentra alejada de todo sello distintivo que solía imprimir la escritura tradicional. No es bueno, no es malo, simplemente es lo que impera y a lo que hay que acostumbrarse para encajar en la dinámica actual. Sin embargo, nada se compara con la escritura manual. Sucede como con el tono de voz o el volumen de la misma, así también, la fuerza de los trazos, la inclinación, el punteo, resultan únicos e individuales en la definición de cada persona.

No queda duda que la escritura hecha a mano, deja como huella del autor rasgos de su personalidad y carácter, se vuelve el vehículo idóneo de la elocuencia, las emociones y el estado de ánimo de quien escribe. Amén de que como lo mencionamos en el aporte anterior, su ejercicio resulta necesario en el fortalecimiento de las habilidades motoras cerebrales, ésas que precisamente diferencian el pensamiento individual del pensamiento binario.

No hay razón válida para oponer resistencia a la reflexión y gimnasia del pensamiento a la que nos invitan la pluma y el papel. De la caligrafía a la tipografía evolucionamos en un paso, ojalá que nuestra calidez personal lo conceda también, porque como bien decía Samuel Becket, al final  «Las palabras son todo lo que tenemos.»

Somos lo que hemos leído y esta es, palabra de lector.                                     Contacto: [email protected]  –  Twitter: @AlBoardman

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