Algo que vale la pena contar ALBERTO BOARDMAN

11 agosto 2017
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Existencial, así definiría la experiencia de haber contado durante la época más crítica de la vida, es decir, mientras estudiaba la preparatoria y profesional, con la oportunidad de acercarme por primera vez a Eduardo Humberto del Río García, nuestro querido «Rius». Si bien, al principio detonó en mi cabeza su sagaz crítica política, esa manera personal de abordar el tema, me incentivó a interesarme por su obra y adentrarme en sus peculiares libros. De la mano de sus magistrales gráficos e hilado de historias, aprendí por ejemplo, desde la fórmula secreta de los refrescos de cola, hasta las entrañas del marxismo, capitalismo, alimentación, religión y muchas otras finas yerbas. El éxito de Rius no provino de la magia, sino de encarnar fielmente el papel de juglar; uno intelectual sí, pero con lealtad, sin faltar al pulso del pueblo.

Enarboló primero el sentimiento popular hacía el actuar político, ése que todo mundo conocía, murmuraba, y que Rius se atrevía a confirmar y publicar con  exquisito sentido del humor. Luego, sabiendo que era entendido y comprendido por todos, se atrevió también a traducir los enmarañados textos infumables de múltiples teorías: Las económicas, religiosas, consumistas e históricas, haciéndolas accesibles a través de su don de claridad, simple, agudo, pero sin el rigor y la solemnidad de la letra maquinada. Sus trazos ágiles y espontáneos, no sólo exclusivos sus dibujos, constituían la firma de su propia escritura hecha siempre a puño y letra, que logró otorgarle a sus obras un sentido íntimo, como el de ese amigo que te revela a mitad de la clase en una hoja de cuaderno, sus más preciados secretos.

Rius logró hacernos pensar, motivar nuestra inquietud de duda, de generar polémica y con todo ello, educar siempre a través del pensamiento  depurado. Mucho de mi sentido crítico actual, lo debo sin duda a varios de sus libros. Como bien dijera en alguna ocasión el propio Maestro: «Le tengo que agradecer a Dios que me volvió ateo, y a la Iglesia católica que me volvió anticlerical. Pero más que a esas dos instituciones nefastas, debo mi ateísmo a los libros.»

Somos lo que hemos leído y esta es, palabra de lector.                                     Contacto: [email protected]  –  Twitter: @AlBoardman

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