CUARTETO DE CALAMIDADES RUBÉN OLVERA MARINES

7 julio 2017
Visto: 1025 veces

olvera1

 

 

Coincido con varios de ustedes cuando se afirma que los problemas más apremiantes de Coahuila, son aquellos que se relacionan con la seguridad, las finanzas públicas, la economía y la rendición de cuentas. Cada uno tan importante como los otros tres.

En un estado que durante los últimos diez años ha experimentado notables crisis en este cuarteto de calamidades, y cuyos efectos y consecuencias están por verse, no puede permitirse que, a la usanza de los enfoques gerencialistas provenientes del sector privado que intentan vender una imagen del sector público incapaz de resolver más de un problema a la vez, el director de la orquesta pretenda ordenarlos en prioridades, con el efecto de esconder o posponer aquellas problemáticas que, al entender de algunos “sabios”, no son “prioridades”. Esto es gobierno, no es empresa, y los asuntos públicos no se ordenan por prelaciones “descubiertas” en un viejo escritorio de Palacio. En gobierno, los temas y asuntos públicos se definen en una agenda que se construye con la intervención de múltiples actores; por ejemplo, cuando el Ejecutivo proponga la creación de un instituto para impulsar la competitividad, el Legislativo opositor señalará “primero revisemos la deuda del estado”. En esta ocasión, a diferencia del pasado, al nuevo gobernador no le quedará de otra más que cumplir con el mandato popular.

Sean cuatro, seis o diez los conflictos o problemas, todos se deberán desactivar o resolver a la vez. Los coahuilenses no elegimos un gobernador para desahogar una agenda monocromática. Para eso están los secretarios. Así sean las amenazas económicas que el entorno global despliega sobre Coahuila, específicamente las provenientes de la política y economía estadounidense,  no puede descuidarse, ni por un momento, el blindaje del estado frente a los grupos delincuenciales. Lo mismo si pensamos en el enorme hueco financiero que la deuda dejó a su paso, el nuevo inquilino de Palacio deberá resistir la tentación de comprometer la transparencia y la rendición de cuentas con el pretexto de que los pasivos fueron heredados y, por lo tanto, “borrón y cuenta nueva”.

Quien asuma la próxima administración estatal (recordemos que las elecciones se resolverán en los tribunales), deberá definir en forma clara y precisa cada uno de los problemas y, a diferencia del pasado, tendrá que hacerlo con un enfoque público y transparente; si omite la parte democrática del gobierno, habrá que recomendarle un otorrino, porque el sonido de cambio que dejaron las urnas el pasado 4 de junio, retumbó tan fuerte que los cristales blindados de Palacio quedaron destrozados.

Ya hemos insistido en otras ocasiones. En materia de seguridad, la mejora de los indicadores no debe prestarse para festejos ni para agenciarse créditos personales. Hoy lo estamos viviendo en el país, la violencia adquirió forma de un boomerang, regresó. Los  recientes cambios de gobierno se han convertido en un cebo que llama poderosamente la atención de los grupos delincuenciales; sólo volteemos hacia Chihuahua, Sinaloa, Veracruz o Tamaulipas. El problema de la seguridad se desactiva, lamentablemente nunca se resuelve.

Las finanzas públicas representan el asunto más delicado que enfrentará la nueva administración. Será cuando los verdaderos y más ruinosos efectos de la deuda se hagan presentes, no sólo en las arcas del estado, sino en la población que resistiremos sus efectos cuando el nuevo gobernador, ante la imposibilidad de endeudarse más, como sí lo hizo la presente administración, se vea en la necesidad de anunciar recortes, desaparecer programas y subir impuestos.

La economía es un aspecto imposible de esquivar, más cuando Coahuila se encuentra amarrado al mercado externo, por lo que se vuelve más vulnerable ante las amenazas globales. Bastante puede hacer el estado impulsando políticas de fomento y desarrollo para la industria y el comercio local. En el sexenio que concluye, nos dimos cuenta que no basta con promocionar a la entidad en los países asiáticos. Resulta indispensable al menos recuperar la competitividad que Coahuila presumía en el pasado.

Por último, pero no menos importante, se deberá poner lupa en la transparencia y la rendición de cuentas. Las pasadas administraciones cometieron excesos que corresponderá aclarar y corregir. El hueco de credibilidad es enorme, sólo comparable con el monumental déficit  financiero. De ahí que una transformación en la forma que se administran los recursos, pasa por asegurar una auténtica transparencia en su ejercicio, factor decisivo para recuperar la credibilidad derrochada por quienes estuvieron al frente de las instituciones.

Tu Opinión: [email protected]

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *