Recién comienza el proceso electoral y muchos ya nos encontramos fastidiados, cansados, ¡hartos!, del tradicional machacar exagerado de los aciagos spots publicitarios. En todo medio de comunicación posible, no existe tregua alguna en la difusión mesiánica de las propuestas. Cada candidato cree tener la razón y se vende a la manera clásica como la última cerveza del estadio o el último refresco helado en el desierto. Y a eso hay que sumar la promoción de la propia autoridad electoral. ¡Si cuando menos utilizaran un poco de creatividad para hacerlo más ameno!

Y es que nadie en su sano juicio aguanta la programación de una estación radial que por obligación legal, se encuentra forzada a contemplar una «exageración» de publicidad partidista y electoral. Cinco minutos de contenido y diez de promocionales (porque hay que sumar además, la publicidad propia de la emisora); y bloque tras bloque en una sola hora, suelen repetirse las mismas frases hechas, los discursos y las tonadillas musicales plagiadas de los candidatos, que hasta en eso, van enseñando el cobre. Resultado, fastidio total. Consecuencia, apagamos la radio local de aquí a dos meses.

Como conductor de radio, incluso a veces he llegado a considerar si realmente vale la pena trasladarme hasta la emisora para intervenir apenas veinte minutos en una hora. Me tardo más, en ir y regresar. Y lo cierto es que, por más esfuerzo que intentemos en hacer atractivo el contenido del programa, la audiencia no aguanta esa tortura auditiva estilo medieval. Y lo justifico, yo tampoco logro hacerlo al intentar escuchar programas de otros colegas. Tanto spot, produce la pérdida de continuidad en los contenidos.

Conclusión, no es necesario hartar. Los ciudadanos entendemos a la primera, no necesitamos una repetición insultante. El exceso empequeñece el tema, la verdad cuando es verdad, no necesita que se le añadan muchos ceros.

“Las dictaduras se presentan acorazadas porque deben vencer. Las democracias desnudas, porque deben convencer.” Antonio Gala.

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