EL ASCENSO DE LOS REBELDES POR: RUBÉN OLVERA MARINES

15 diciembre 2016
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EL ASCENSO DE LOS REBELDES

RUBÉN OLVERA MARINES

“La rebelión es el acto del hombre informado que posee la conciencia de sus derechos”

Albert Camus, El hombre rebelde

Ser rebelde es ‘cool’. La filosofía ‘antisistema’ y ‘antiestablishment’ es lo de hoy. El cambio de dirección política está de moda en el mundo. La historia abre paso a la revuelta, a las libertades. El golpe de timón de los rebeldes cobra sus primeras presas, desplazan a los anquilosados, al continuismo. El sistema se cimbra, lo curioso es que el lenguaje se asemeja, lo mismo en los EE. UU. de Trump, como en la Italia de Renzi, en el Brasil de Rousseff, en la Argentina de Kirchner, o, guardando las proporciones, en el Nuevo León de “El Bronco” y el Veracruz de Duarte: “quienes están el poder o son corruptos o no han sabido conducir el cambio, la calle o la condena es su lugar”.

Aunque la litúrgica del cambio no parece ser tan traumática como la Primavera Árabe, el giro que está tomando el mundo y algunos estados en México, vuelve poroso y, en algunos casos, desgarra al status quo del sistema. El resultado: el triunfo de lo improbable, la alternancia, el castigo a gobernadores que incurrieron en excesos y distorsiones en el ejercicio público.

La rebelión, escribió Camus, “es una de las dimensiones esenciales del hombre”. Por lo tanto, la rebeldía, junto a la búsqueda de justicia y de mayores libertades, no es otra cosa que tomar conciencia de la realidad histórica, de aquellos aspectos públicos y políticos que inhiben −a interpretación del líder rebelde− el desarrollo pleno, la transparencia en el ejercicio de los recursos, los valores de una sociedad democrática, etc.

En tanto, el rebelde se aventura sobre un camino accidentado, pero no le huye a los obstáculos,  desafía a la realidad, reivindica sus derechos y reclama los de los suyos, inicia la revuelta,  señala y se opone a la opresión y ofrece corregir y castigar los excesos de la elite en turno.

La rebelión, acentuaba Camus, es “profundamente positiva”, como que refresca a las instituciones y presiona a la elite gobernante para mejorar y mejorarse a sí mismos. “Un poco de rebelión de vez en cuando es buena cosa”, dijo Thomas Jefferson.

El rebelde no existe sin seguidores, se evapora sin base social; si ignora lo trascendente, la historia lo condenará al olvido. Tendrá que hablar del combate a la pobreza y la desigualdad, compartir principios democráticos y reconocer el valor de la paz. Estas eran las preocupaciones de Camus,  por lo que la rebeldía tiene sentido sólo cuando el líder rebelde y el pueblo insurgente sustentan su movimiento en principios sólidos y ordenados, sin resentimientos ni absolutismos mesiánicos; el rebelde “no es un vendedor de ilusiones, es un fabricante de emociones hechas de un fino cristal”, escribió el francés.

La idea del cambio agita a la insurgencia de algunos estados que tendrán elecciones el próximo año en México, y aprovechando que el movimiento rebelde recorre países, estados y municipios, cabría preguntarnos si en esta ocasión surgirán algunos rebeldes que asombren a un electorado dispuesto a cambiar de dirección política, ya no de izquierda a derecha, sino de partido a independiente.

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