¿QUIÉN ES EL PRIISTA MEJOR POSICIONADO? PorRUBÉN OLVERA MARINES

26 agosto 2016
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olveraRUBÉN OLVERA MARINES

“La política es un acto de equilibrio entre la gente que quiere entrar y aquellos que no quieren salir”

Jacobo Benigno

Un clérigo del siglo XVII resumió la esencia de la política: la búsqueda de equilibrios. De hecho, algunas teorías explican la longevidad del PRI a partir de su capacidad para distribuir los cargos públicos en justa proporción a la fuerza política de sus integrantes. El equilibrio fue en realidad el garante de la disciplina y de la fuerza electoral del PRI.

El PRI coahuilense parece haber olvidado que la mesura es el arma que mejores dividendos les ha otorgado en las contiendas electorales.

Al contrario, las afiladas espadas resplandecen en lo más alto.

Aunque no nos emocionemos todavía esperando alguna histórica contienda interna, en el PRI la posibilidad de un candidato de “unidad” siempre estará presente; así que para los analistas deseosos de presenciar una guerra civil en el PRI,  tal vez la única posibilidad sea ahora, en este preciso momento, cuando el jaloneo entre los que ya “bailaron” y los “desesperados” por ingresar a la pista, está en su apogeo.

En apariencia, al momento, la batalla luce un tanto anodina. Porque, dicen los analistas, la mayoría de los que se han subido al ring, o su aspiración se acerca a un tipo de ensoñación o asumen que participando en la contienda se trepan al último tren que los podría conducir a un puesto de menor rango. Los profesionales de la pluma insisten que la mayoría de los aspirantes en realidad no lo son, porque la querella se reduce a “dos opciones”, “máximo tres”.

Probablemente las opciones del PRI rumbo a la gubernatura de 2017 se cuentan con el número de brazos del cuerpo (hay seguidores de Sigmund Freud que afirman que para organizar una “sangrienta” batalla basta con un individuo que se coloque frente a un espejo). Pero eso no significa que al interior del partido en el poder no se esté librando una contienda de proporciones olímpicas y de consecuencias inesperadas.

Creo que los medios locales no están reflejando en toda su magnitud la lucha entre los que “no quieren salir” y los que “insisten en entrar”, ambos del mismo partido. Es posible que los medios reflejen cierta información a través de diversas notas y columnas de opinión aisladas, pero nadie ha hilado o conectado los diversos acontecimientos  recientes, siendo cada uno de ellos una parte de un rompecabezas que tiene forma de 2017. “Todo es política”, escribió Thomas Mann.

El embate más reciente lo ha dado el alcalde de Torreón, Miguel Riquelme -posiblemente uno de los dos finalistas en la contienda-. El lagunero solicitó “darle la oportunidad al priista mejor posicionado”. El mensaje es una bala perdida, no es un llamado a la unidad, se aleja del punto de equilibrio y convoca al frenesí de la popularidad.

Por principio de cuentas,  ¿qué es estar posicionado? ¿Tener mayor popularidad al interior del PRI o con la sociedad en general? ¿Ser el más conocido? ¿Contar con el apoyo de la élite del partido? No queda claro.

Por ejemplo, Jorge Herrera, gobernador priista de Durango, seguramente demostró con encuestas que Esteban Villegas, su candidato, resultaba el mejor posicionado para que el PRI retuviera la gubernatura. El PRI perdió la elección. Los sondeos que presentó Herrera lograron su propósito, pero no impidieron que se rompiera el equilibrio; la derrota, una consecuencia lógica.

¿Quién es el priista mejor posicionado para la gubernatura de Coahuila en 2017? El ADN priista, su historia, dicta que este partido puede llegar a ser más competitivo cuando se designa a un candidato en autentica unidad.

En el PRI, el elemento integrador no es el posicionamiento en su tonalidad de popularidad. El verdadero acicate del consenso, motor de equilibrio estable, es el acuerdo entre los distintos grupos, un cónclave a puerta cerrada entre “…la gente que quiere entrar y aquellos que no quieren salir.”

Entonces, ¿quién?

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