Algo que vale la pena contar: Más que un cuento de navidad.

26 diciembre 2015
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boardmanNo fue a la escuela hasta que cumplió los nueve años, sin embargo, mucho antes de recibir instrucción formal ya había aprendido a leer. Era autodidacta. Su pasión favorita eran los libros, los leía por montones. Vivía en uno de los suburbios más pobres de la ciudad y soñaba con llegar a ser escritor. Cuando cumplió 12 años, su padre fue encarcelado. Tuvo entonces que empeñar su amada colección de libros, dejar la recién adoptada escuela y comenzar a trabajar en una fábrica de betunes para calzado.

Cuando su padre salió de la cárcel, le obligaron a continuar trabajando. Sus sueños de convertirse en gran escritor se esfumaban y el alma de aquel muchacho se puso triste. Le quedaba mucho menos tiempo para leer y además, las condiciones laborales y de pobreza por las que pasaba eran deprimentes. Atesoró en su memoria fotográfica esas experiencias y las reservó en un cajón especial de sus recuerdos, para luego, quizá en algún futuro, poder volcarlas al papel. Se resistía a pensar que el mundo tenía que ser así. Pero en 1820 la pobreza imperante en Inglaterra, ponía de manifiesto que la única abundancia existente eran los pobres y mendigos.

Con el tiempo comenzaría a ocupar otros empleos y finalmente logró cierto reconocimiento como escritor. Pero nunca olvidó su infancia y al respecto, algo tenía que hacer. Escribió un panfleto inspirado por los efectos de la revolución industrial en los infantes, pero aquello no parecía tener la fuerza suficiente para cambiar las cosas. Consideró una nueva estructura, quizá la de una novela corta o más bien la de un cántico, un villancico donde se narrara a manera de estrofas, una denuncia en contra de la pobreza económica y de alma, por la que atravesaba la raza humana. Un día visitó un cementerio y en una lápida leyó: Ebenezer Scrooge, hombre egoísta… así para el 19 de diciembre de 1843, finalmente terminaba la obra que alcanzaría un éxito rotundo divulgándose hasta la fecha en el mundo entero.

Más que una simple obra literaria y el romanticismo nostálgico por las celebraciones decembrinas, el sentido directo realiza una denuncia a las condiciones de desigualdad y pobreza que desde la época y hasta la actualidad siguen vigentes. Aquel niño que soñó durante la infancia con ser escritor y con su trabajo aportar algo para cambiar al mundo, se llamó Charles Dickens, autor de «Un cuento de Navidad» y sus fantasmas.

Somos lo que hemos leído y esta es, palabra de lector.

Escrito por: Alberto Boardman

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