Díaz; un hombre de Estado

Los beneficiarios de la revolución nos han vendido la imagen de un Porfirio Díaz tirano, represor y usurpador, nada más falso. El general fue un hombre de carne y hueso, con aciertos y errores, pero nunca el traidor a la patria que nos han querido contar.
En su administración se logró pacificar a México, las personas podían por primera vez vivir a plenitud sabiendo que el Estado tenía la fuerza para procurar su seguridad. Tuvo Porfirio la visión de expandir la red telegráfica, el teléfono y las vías férreas para comunicar a todo el país. El invento de la electricidad no tardó en llegar, que con la promoción gubernamental iluminó rápidamente a México. Todo lo anterior permitió en demasía la llegada de inversionistas extranjeros que explotaron la minería, la industria petrolera y la agricultura, fortaleciendo la economía y enriqueciendo a los mexicanos; se creó así la clase media.
Díaz fue el hombre que se necesitaba ante la situación que vivía el país, no puede ser juzgado como demócrata cuando ni el mismo intento serlo, ni en el México del siglo XIX los había.
Porfirio fue un verdadero hombre de Estado y con ello cavó su tumba, pues nunca entrego la patria a los mezquinos intereses de los americanos, y fueron ellos quienes provocaron su caída. Aunque los vividores de la revolución lo han satanizado por la mano dura con que gobernó, Díaz nunca quiso un baño de sangre y cuando su gobierno era insostenible sin una guerra civil, prefirió abandonar el poder y exiliarse en Europa.
Porfirio Díaz como buen militar vivió para servir a la patria, y lo hizo con tal talento que fue el quien inauguró el México moderno. Los mexicanos tenemos una deuda histórica de honor y gratitud con él.

Una pregunta.
¿Por qué tanto miedo de los vividores de la revolución a la verdad?