El tramo 5 del Tren Maya, así como las obras que se realizan a lo largo de su ruta y el desarrollo de proyectos inmobiliarios en esa zona del país ocasionaron la deforestación de la selva que se observa desde el aeropuerto internacional de Tulum.
El proyecto del Tren Maya, con más de mil 500 kilómetros de extensión, ha generado controversia y preocupación debido a su impacto ambiental en la región sureste de México. La deforestación de más de 6 millones de metros cuadrados de selva, solo en el tramo 5, y la expansión de proyectos inmobiliarios, han generado alarma entre los ecologistas.
Además, la instalación de pilotes para la construcción del ferrocarril ha generado la contaminación de cenotes y cavernas, así como el riesgo de colapsos en el terreno. Estos aspectos, sumados a la falta de estudios ambientales y de mitigación, han generado un intenso debate sobre la viabilidad del proyecto y su impacto a largo plazo en la biodiversidad y la calidad de vida de la región.
Cuando se sobrevuela las inmediaciones del Aeropuerto Internacional Felipe Carrillo Puerto, en las cercanías de Tulum, se puede notar la magnitud de la cicatriz: la amplitud del trazo y el tono de la tierra advierten la creación de una línea divisoria, una especie de ‘herida’ en la exuberancia del verde selvático que ha dejado el Tren Maya a su paso.
“Era una zona prístina. Es la segunda selva más grande de América, hay una irrupción en el hábitat con más de 17 mil pilotes y el riesgo de múltiples colapsos”, refiere en entrevista para El Financiero Elias Siebenborn, ecologista y quien ha mapeado nuevas cuevas afectadas por el proyecto gubernamental.