Caminar durante los fines de semana en estas fechas de Diciembre por algunas calles del centro de Saltillo permite dar cuenta de cierta algarabía inusual, viejas casonas o construcciones que operan disfrazadas de restaurantes al igual que cantinas lucen iluminadas, al pasar la musica en alto volumen, las luces y sin faltar claro alguna alegoría navideña ponen ambiente en dichos lugares. 

Espacios estrechos, con olores que destilan cerveza y licor, las penumbras ocultan todo lo derruido, lo sucio o lo maltrecho, las miradas se centran en las luces o en quienes prestan sus servicios corporales, los sentidos se ven persuadidos por la musica mientras los aromas se confunden con fragancias de lociones penetrantes. 

A las afueras de las mismas es inevitable ver algunas féminas impregnadas de perfumes y maquillaje a granel como lo cuenta una vieja canción de Jose Jose, al asomarse por sus obscuras entradas observa cierta alegría que momentáneamente hace olvidar los pesares cotidianos, hoy muchos son dones por algunas horas , quienes resguardan las puertas operan como cazadores  intentando atraer presas a sus fauces. 

Todos saben que es necesario aprovechar el momento, el jubilo de sentirse con dinero no perdurara mucho tiempo, los aguinaldos se esfuman rápidamente y solo los más audaces lograran hacerlo suyo. 

Vendedoras de amor o incluso vendedores hoy en estos tiempos modernos hacen su agosto, vestir sus mejores galas, presumir sus mas notorios atributos es la tarea, los aguinaldos esperan en bolsillos ajenos y quien mas ingenio tenga lograra que pasen a sus manos. 

Una cosa es innegable, los aguinaldos se sienten en las cantinas, prostíbulos y piqueras del centro de Saltillo, ahí donde pareciera no pasa el tiempo, que todo sigue siendo tan habitual y donde muchos encuentran momentos efímeros de felicidad o falsa importancia que les otorga el dinero.