Cuentan que, con motivo de su 86 aniversario, alguien le preguntó a don Armando Fuentes Aguirre que cuantos años tenía. “No lo sé”, contestó Catón con simpleza. El interlocutor, conociendo su pródiga memoria de elefante y su envidiable lucidez de adolescente, no pudo más que extrañarse por tan inesperada respuesta.
Después de unos segundos de incómodo silencio, don Armando completó su razonamiento: “Los años que tengo, eso solo Dios lo sabe. Lo que sí sé son los que ya no tengo: 86”. Ese es el gran Catón. Con parábolas sensibles, historias divertidas o anécdotas memorables trasmite mensajes profundos y enseñanzas trascendentes.
Orgullosamente saltillense, don Armando cursó sus estudios en la capital coahuilense. Se graduó de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Autónoma de Coahuila, donde fue maestro de muchos coahuilenses, incluida mi madre. También realizó estudios sobre literatura y locución, lo que le abrió las puertas al periodismo, lugar donde encontró su pasión.
Son varias sus columnas las que publican más de 150 periódicos diariamente, convirtiéndose, sin duda, en el editorialista más leído en el país. Siempre congruente y valiente, cuenta con un estilo elegante y único, abordando los temas delicados de interés nacional sin miedos ni tapujos.
Para Catón, lo grave y relevante no está peleado con el humor. Sabiendo que la vida es breve y los problemas del país y la humanidad infinitos, mejor se lo toma con filosofía y junto con sus delicadas reflexiones, nos receta una invaluable dosis de carcajadas.
Otra faceta de don Armando digna de admirarse es la de historiador. Sus textos sobre “La otra historia de México” deberían ser lectura obligada para todos. La narrativa es por demás sabrosa y de gran valor documental. Por esas razones, sus libros se encuentran entre mis favoritos y Radio Concierto, su regalo para Saltillo, en mi repertorio de música.
Catón es un orador consumado, de los mejores que conozco y siempre es una delicia escucharlo. Una vez padecí el bochorno de dar una conferencia después de él, incómoda situación que no le deseo ni a mi peor enemigo. Su agenda está permanentemente saturada por todas las presentaciones a las que es invitado a participar a lo largo y ancho del país. Por lo general viaja solo, como las águilas.
Don Armando es un hombre de familia, que cree en ella y en sus valores. Su ejemplo es una enseñanza de vida. Ama a sus hijos, adora a sus nietos. A su esposa la idolatró hasta el último día de su vida. La tristeza de su pérdida congela nuestros corazones cuando nos deleita con su recuerdo en sus charlas o columnas.
Dicen que nadie es profeta en su tierra. Pero en Saltillo Catón no solo es profeta, como lo demuestran los galardones que ha recibido en días recientes, sino también su cronista, admirado y querido por todos. Sirvan estas líneas como un humilde pero merecido homenaje a quien ha dado tanto a las letras, a la sociedad y a su amada tierra.