“Acepto el inmenso honor y la responsabilidad de ser el candidato de todos los que quieren un cambio por la vía electoral. Un abrazo al pueblo de Venezuela”. Con esas palabras publicadas en su perfil de X, Edmundo González Urrutia anunciaba que se convertía en el hombre que asumiría la responsabilidad de conducir a la oposición en las próximas elecciones presidenciales venezolanas del 28 de julio. El experimentado diplomático había sido inscripto ante el Consejo Nacional Electoral (CNE) la madrugada del 26 de marzo y ungido este viernes pasado por María Corina Machado, el gobernador Manuel Rosales y la Plataforma Unitaria Democrática (PUD).
Nicolás Maduro ahora deberá repensar su estrategia. Enumerará infinidad de supuestos pecados de su contrincante. Utilizará todos los recursos del estado para someter a González Urrutia al escarnio público y lo acusará de ser un delfín de los más subterráneos intereses imperialistas. Sin embargo, no habrá argumento que derribe la solidez de las posibilidades del ex embajador de triunfar en las urnas. Todas las encuestas previas a la oficialización de su postulación daban perdedor al dictador chavista, cualquiera fuera el rival, con más del doble de diferencia.
Seguramente utilicen una artimaña vieja en política: darle más poder y visibilidad a los falsos opositores para intentar restarle votos al candidato unificado. Es probable que el chavismo busque entonces otro aspirante único entre los diez ya habilitados previamente. Para ello obligará a sus comodines a ponerse de acuerdo en un solo nombre. ¿Quién colocará la cabeza en la guillotina de la historia?
Otra opción, más escandalosa, sería directamente proscribir también a González Urrutia. ¿Bajo qué argumentos? El Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) tiene entre sus expedientes una demanda contra la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), el partido que propuso al candidato. De prosperar esta denuncia, el régimen argumentaría que el problema no es el diplomático, sino el partido que lo vistió de presidenciable.
No obstante, es difícil que ese razonamiento subestime la inteligencia de Lula da Silva y Gustavo Petro, convenciéndolos de ese percance técnico. Los dos presidentes son quienes -sacando las autocracias y dictaduras regionales- sostienen a Maduro ante el ámbito internacional, pero que también le marcaron una hoja de ruta diáfana: elecciones libres. El brasileño es el principal garante del chavismo ante el mundo, luego de la violación de los Acuerdos de Barbados. ¿Aceptará Lula que Maduro borre de la competencia a un tercer candidato luego de guardar estratégico y complaciente silencio sobre María Corina Machado y Corina Yoris?
Información de: Infobae
https://www.infobae.com/venezuela/2024/04/23/nicolas-maduro-y-el-dilema-del-dictador/