
Decenas de fieles católicos han sido asesinados con fusiles y machetes mientras participaban en una vigilia de oración nocturna en la iglesia parroquial. La masacre ocurrió durante la noche del sábado 26 al domingo 27 de julio en Komanda, una pequeña ciudad de la diócesis de Bunia, en la provincia de Ituri, al este de la República Democrática del Congo. El ataque fue perpetrado por un grupo de rebeldes afiliados al Estado Islámico que, además de irrumpir en el templo, sembraron el terror en toda la localidad, destruyendo viviendas y tiendas, muchas de las cuales fueron incendiadas.
Aún no se conoce con precisión el número de víctimas, pero la policía local ha informado de más de 40 muertos, entre ellos 19 mujeres, 15 hombres y nueve niños. Voluntarios están trabajando para enterrar a los fallecidos en una fosa común, en el terreno consagrado de la iglesia. La masacre de Komanda es la más reciente de una serie de ataques que han golpeado la región: solo unos días antes, otra iglesia fue profanada en un pueblo cercano de la misma diócesis (véase Fides 23/7/2025), y poco antes del asalto a Komanda también fue atacada la aldea de Machongani.
Según medios locales, los ataques habrían sido llevados a cabo por miembros de las Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF), armados con fusiles y machetes. En los últimos años, el este del Congo ha sido escenario de numerosos ataques mortales perpetrados por grupos armados, entre ellos las ADF y milicias apoyadas por Ruanda. Las ADF, que mantienen vínculos con el Estado Islámico, operan en la zona fronteriza entre Uganda y el Congo, atacando con frecuencia a civiles.
El grupo se formó en Uganda a finales de los años noventa, como respuesta al supuesto descontento con el presidente Yoweri Museveni. Tras la presión militar ugandesa, en 2002 trasladó sus operaciones al vecino Congo, donde es responsable de miles de muertes. El ejército congoleño (FARDC) ha tenido desde el principio serias dificultades para contenerlos, especialmente en el contexto del conflicto con el grupo rebelde M23. En 2019, las ADF juraron lealtad al Estado Islámico, que las presenta como su “provincia de África Central” (ISCAP) y ha reivindicado varias de sus acciones.
A finales de 2021, los gobiernos de Kampala y Kinshasa lanzaron la operación militar conjunta “Shujaa” contra las ADF, sin lograr frenar sus crímenes. Mientras tanto, Komanda se está vaciando. Medios locales informan de miles de familias que huyen: barrios como Base, Zunguluka, Umoja y Ngombenyama, considerados especialmente vulnerables, están completamente deshabitados. Muchos se dirigen hacia Kisangani, otros a Bunia, a pie, en motocicleta o en taxi.
Estos desplazados se suman a los 20.000 que ya habían llegado a Bunia tras otro ataque en el territorio de Djugu, más al norte, y que ahora sobreviven en condiciones muy precarias. Según datos del Ayuntamiento de Bunia, más de 2.400 personas desplazadas viven con familias de acogida, que a su vez enfrentan graves carencias. Las autoridades han expresado su preocupación por el riesgo de epidemias y el aumento de la mortalidad debido a la escasez de agua y alimentos.