La respuesta positiva de los japoneses a una hipotética entronización de una mujer, algo imposible hasta ahora por la ley, pone sobre la mesa la opción de que la princesa Aiko sea emperatriz. Pero lo que podría salvar el problema de sucesión del imperio cuenta con escaso apoyo político.
El temor a que se extinga la dinastía reinante más antigua del mundo, la japonesa, como consecuencia de una ley que impide a las mujeres sentarse como regentes en el trono del Crisantemo, ha puesto en la conversación de los japoneses dos palabras que no suelen pronunciar juntas: emperatriz Aiko. Desde hace un tiempo, las respuestas positivas en las encuestas sobre la hipotética entronización de una mujer, publicadas por la televisión pública NHK y el diario Mainichi, superan el 80%. La hija única del emperador Naruhito y la emperatriz Masako hoy tiene 22 años, y recientemente ha empezado a trabajar para la Cruz Roja japonesa. Aun así, la postulación de Aiko a emperatriz cuenta con escaso apoyo político y ha sido descartada al menos dos veces como posible solución a la crisis de una familia imperial que, en un claro reflejo de la contracción demográfica que afecta a Japón, envejece y se achica. Hoy solo tiene 17 miembros, de los cuales cinco son hombres, y cuatro de ellos mayores de 58 años.
Por ceñirse a la sucesión patrilineal, las mujeres como Aiko son despojadas de su título imperial cuando se casan y reciben una generosa dote. Por tanto, el primero en la línea sucesoria al trono esel príncipe Akishino, hermano del actual emperador, con 58 años. Después de Akishino sigue su único hijo varón, el príncipe Hisashito, nacido en 2006. El tercero es el príncipe Hitachi, tío del emperador con 88 años. De no tener un heredero, Hisashito sería el último de una estirpe milenaria cuya fecha precisa de inicio es motivo de discusión entre los historiadores por entroncar con la leyenda de la diosa del sol Amaterasu.
Actualmente, el emperador de Japón y su familia cumplen los deberes ceremoniales de una monarquía parlamentaria. Para buscar una solución a la crisis, las dos Cámaras del Parlamento nipón iniciaron este 17 de mayo un debate en el que participa el portavoz del Gobierno, Yoshimasa Hayashi, y representantes de los diferentes partidos políticos. La primera fórmula sometida a discusión es mantener los derechos de las mujeres que se casan fuera de la familia imperial y otorgar a sus maridos títulos nobiliarios para que sus descendientes aumenten el número de candidatos al trono. La segunda, que según los medios locales cuenta con el apoyo del gobernante Partido Liberal Democrático (PLD), propone restituir los títulos de familias nobles que fueron suprimidos en la posguerra, pero solo para los descendientes varones por línea masculina.
Los cambios impuestos por las fuerzas de ocupación aliadas al final de la Segunda Guerra Mundial fueron un factor clave en la prole menguante del palacio imperial. Para instaurar una democracia pro estadounidense, el ejército victorioso propició una nueva Constitución pacifista y obligó a 51 aristócratas a renunciar a sus títulos nobiliarios. La familia imperial quedó reducida al parentesco inmediato del entonces emperador Hirohito (1901-1989), bajo cuyo reinado tuvo lugar un largo y sangriento período de expansionismo y colonización en el resto de Asia, y fue designado como símbolo del país tras obligarlo a renunciar a su supuesta divinidad. Los aliados mantuvieron la sucesión patrilineal de estilo prusiano, adoptada por Japón como parte de la llamada Restauración Meiji, que en la segunda mitad del siglo XIX puso fin a la figura del shogun como gobernante y restituyó, al menos nominalmente, el poder al emperador. Hasta entonces, la normativa no era excluyente y quienes defienden la idea de una mujer en el trono del Crisantemo citan la presencia de ocho emperatrices regentes en la lista de 126 monarcas.
Con la muerte de Hirohito en 1989 y el ascenso al trono de su hijo, Akihito, la familia imperial empezó una serie de transformaciones que, según las encuestas, aumentaron su popularidad. Tras su boda el 10 de abril de 1959 con Michiko Shoda, católica e hija de un rico empresario, Akihito rompió con una tradición milenaria de matrimonios dentro de la nobleza. El monarca también adoptó un tono coloquial en sus discursos y una actitud cercana hacia el público, además de una escrupulosa distancia con el ultranacionalismo asociado a las incursiones perpetradas en los países de Asia por el ejército nipón en nombre del emperador.
Sus tres hijos, Naruhito, Akishino y su hija menor Sayako, también se casaron fuera de la realeza. Naruhito contrajo matrimonio el 9 de junio de 1993 con Masako Owada, una diplomática que conoció en Tokio en 1986, en una recepción en honor de la infanta Elena. Poco después de cumplir 37 años, y tras ocho años de espera ―y de sufrir un aborto espontáneo―, Masako dio a luz a Aiko. La presión para tener un hijo varón, y ayudar a perpetuar el linaje, fue citada como la causa de su trastorno adaptativo, una condición caracterizada por la depresión.
En 2005 un comité gubernamental planteó la opción de dar prioridad al “principio de descendencia directa” y no distinguir entre descendientes masculinos y femeninos. La propuesta, que hubiera convertido a Aiko en la heredera del trono nipón, fue archivada al año siguiente cuando la pareja del hermano de Naruhito, el príncipe Akishino, tuvo a Hisashito. Con su abdicación en 2019, el emperador Akihito marcó otro hito en la historia imperial: tras ceder el trono a su primogénito, Akihito y su esposa, la emperatriz Michiko, pasaron a ser emperadores eméritos. Dos años después, la idea de Aiko como emperatriz resurgió en otro informe oficial, pero fue de nuevo descartada a favor del linaje masculino.
Sus tres hijos, Naruhito, Akishino y su hija menor Sayako, también se casaron fuera de la realeza. Naruhito contrajo matrimonio el 9 de junio de 1993 con Masako Owada, una diplomática que conoció en Tokio en 1986, en una recepción en honor de la infanta Elena. Poco después de cumplir 37 años, y tras ocho años de espera ―y de sufrir un aborto espontáneo―, Masako dio a luz a Aiko. La presión para tener un hijo varón, y ayudar a perpetuar el linaje, fue citada como la causa de su trastorno adaptativo, una condición caracterizada por la depresión.
En 2005 un comité gubernamental planteó la opción de dar prioridad al “principio de descendencia directa” y no distinguir entre descendientes masculinos y femeninos. La propuesta, que hubiera convertido a Aiko en la heredera del trono nipón, fue archivada al año siguiente cuando la pareja del hermano de Naruhito, el príncipe Akishino, tuvo a Hisashito. Con su abdicación en 2019, el emperador Akihito marcó otro hito en la historia imperial: tras ceder el trono a su primogénito, Akihito y su esposa, la emperatriz Michiko, pasaron a ser emperadores eméritos. Dos años después, la idea de Aiko como emperatriz resurgió en otro informe oficial, pero fue de nuevo descartada a favor del linaje masculino.
Información de: El País