A mediados del Siglo XVIII, el Tribunal de la Santa Inquisición procesó a 20 mujeres por brujería sometiéndolas a tormentos, al menos cinco años en mazmorras y, con cinco de ellas, exhibidas desnudas en la picota, para finalmente ser desterradas.
La historia ha quedado confinada a la leyenda y algunos trabajos académicos, que, con ciertas variaciones, reflejan los hechos que entre 1748 y 1753 implicaron literalmente una cacería de brujas en lo que se considera uno de los pocos procesos, acaso el único, registrado en la Nueva España por hechicería.
Se trata también de un acontecimiento histórico que resultó conflictivo en la vida política de la época y que, en buena medida, convirtió a esa veintena de mujeres en víctimas de las disputas de poder y del fanatismo, a partir de declaraciones dudosas.
Oprimidas por un aparato de justicia que se repartía actuaciones entre el poder terrenal y el religioso, “las brujas de Monclova” reunían, en su mayoría, condiciones propicias para la injusticia: varias de las acusadas eran indígenas, pobres, solteras o con esposos ausentes y sin mayor posibilidad de defenderse ante el inquisidor.
Contra lo que puede pensarse, la Inquisición en la Nueva España no tuvo episodios de hogueras, lapidaciones ni torturas por hechicería, como sí ocurrió en el medioevo europeo, de ahí que los procesos contra las mujeres de Monclova sean considerados por la academia como un episodio único y digno de estudio.
Por Kristel Reyes Amaya