DOMINGO DE LEYENDA: LA CASA DENEGRIDA

8 septiembre 2024
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La más antigua que se tiene hoy registrada en la ciudad, que ocurrió en épocas prehispánicas, diez años antes de la llegada de los españoles. De acuerdo con el libro de crónicas La ciudad que nos inventa, de Hector de Mauleón, existe un “cuento de espantos” que data a la época prehispánica: La leyenda de los ocho augurios en La Casa Denegrida o casa de Moctezuma, hoy ubicada en la sede del Palacio Nacional. En este aposento sin ventanas, de paredes negras y piso de basalto oscuro, se encerraba Moctezuma II a meditar. Se dice que fue aquí donde tuvo la mítica visión sobre las cosas más maravillosas y espantosas que le anunciaron el fin del mundo azteca, los ocho augurios, como hoy se le conoce. Una noche de revelaciones, cuenta la leyenda, Moctezuma vio por primera vez una llamarada de fuego, con tanto resplandor que parecía de día. Era el año 1509 y aún faltaba una década para la aparición de los foráneos en tierras indias, sin embargo, fue una visión que se repitió durante varias noches ante los ojos del huey tlatoani. Incluso los demás aztecas vivieron aquella época con enfática extrañeza, pues ocurrían desastres y accidentes como si estos anunciase la llegada de la muerte.

Cuenta que a partir de ese gran presagio y cada que Moctezuma entraba a los aposentos de su Casa Denegrida ocurrían todo tipo de desastres. En una ocasión, y de alguna manera metafórica, se incendió sin motivo alguno el templo de Huitzilopochtli -su dios de la guerra-, y ni un centenar de cantaros podían apagar las apabullantes llamas. Otro día, que también se encontraba en ese aposento oscuro, cayó un rayo sobre el templo de Xiuhtecuhtli —su dios del fuego, pero también una divinidad importante a la que se le veneraba para que los dioses nunca dejaran al hombre a su suerte.

Los presagios eran puntuales cuando Moctezuma entraba a meditar. Estuvo aquí cuando según el mito, el imperio azteca avistó tres estrellas juntas que corrían a la par muy encendidas; cuando “hirvió el agua de los lagos” y las olas, furiosas, entraron a las casas, y también cuando unos cazadores le trajeron una extraña ave que contenía en su cabeza un espejo redondo, mismo por el cual Moctezuma pudo avistar el horror que le esperaba a su pueblo: la llegada de una “muchedumbre de gente junta que venían todos armados encima de caballos”.

Hector de Mauleón nos relata un par de situaciones más que presenció el tlatoani en este lugar místico, lleno de una energía impresionante. Poco antes de buscar refugio -huyendo de todas estas tormentosas predicciones- en el “reino de los muertos” o el inframundo de Chapultepec, Moctezuma fue presente de una serie de apariciones espectrales monstruosas: seres deformes y enanos con dos cabezas que desaparecían ante sus ojos. Fue aquí que también escuchó el famoso grito de “La Llorona” que decía: ¡Oh hijos míos, ya nos perdimos!, ¡Oh hijos míos a dónde los llevaré!”.

Estos relatos de horror ocurridos en La Casa Denegrida son probablemente el origen de las leyendas fantasmagóricas en la Ciudad de México, un hecho sorprendente que nos hace recordar de dónde surgió el miedo a la muerte, qué practicante era nulo en una cultura tan prodigiosa como la azteca, que hasta la fecha sigue venerando con fervor a la muerte

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