En el ocaso del intenso siglo XIX, México aún no había definido claramente su perfil: las instituciones estaban mezcladas con la vida mítica de personajes que más que la historia nacional construían la leyenda de México. Así, el imaginario de la sociedad de la época se llenaba de hombres de perfil oscuro, cuyo nombre inspiraba terror y modificaba la vida cotidiana de los mexicanos. Este es el caso de Leonarda Martínez, la famosa asaltante de caminos apodada «la Carambada», quien después de realizar sus fechorías vestida de hombre, se descubría el torso para mostrar a sus víctimas, en medio de risotadas, que era una mujer quien los había asaltado.
Se cuenta que de joven suplicó por la vida de su amante, un teniente de las fuerzas imperiales a la postre fusilado; sus lamentos llegaron hasta los oídos de Benito Zenea, entonces gobernador de Querétaro, y del propio Juárez, pero no obtuvo respuesta favorable, y al ser rechazada decidió volcar todo su rencor sobre los poderosos de la época.
A mediados de 1872 coincidieron en la capital queretana, específicamente en la hacienda de Balvanera, tres personajes: Benito Juárez, Benito Zenea… y «la Carambada». Dicen que Leonarda vertió en la bebida del presidente unas gotas de un poderoso veneno derivado de las hojas de la veintiunilla (Asclepias linaria); la pócima surte efecto justamente veintiún días después de ser ingerida y sus síntomas no responden a un patrón concebido. Pues bien, la historia registra que veintiún días después de esa reunión, el 18 de julio de 1872, el presidente Juárez dejaba de existir a causa de un ataque de angina de pecho, enfermedad que no tenía antecedentes en la vida del Benemérito de las Américas.