Transcurrían los aciagos días de la persecución religiosa, cuando llego a Pátzcuaro el rumor de que los anticlericales se dirigían a la antigua ciudad para tomar por asalto la gran Basílica y despojar a la Virgen de la Salud de sus joyas con las que había sido honrada a través de los siglos por los feligreses, quienes no encontraban nada mejor que regalar a la sagrada imagen.
Corrió el rumor entre la población –que tradicionalmente ha sido ferviente devota de nuestra Virgen- y se realizó una reunión secreta entre los ministros de la iglesia y las principales familias con el fin de acordar las medidas para evitar el saqueo.
Así, decidieron que la venerable imagen fuera desmontada de su peana (base) y ocultada en un sótano de la Iglesia del Sagrario, junto con las joyas y los mantos que la vestían, lo cual fue realizado inmediatamente y en el mayor sigilo.
Para evitar que a gente se diera cuenta y que se propagar el secreto, se decidió también que nadie entraría al cuarto subterráneo, y así lo hicieron durante varias semanas; hasta que una noche bajaron a verificar el estado de la talla, encontrándose con una desagradable sorpresa: los respiraderos del cuarto escondido habían funcionado como goteras y tanta agua se había filtrado que la Santísima Virgen y los accesorios que habían sido depositados con ella se encontraban húmedos.
Arrepentidos por su gran descuido; religiosos y laicos volvieron a reunirse y acordaron, esta vez, que la santa imagen fuera depositada en la casa de alguna familia, donde sería difícil que la buscaran los malhechores. Al otro día, amparados por las sombras de la noche, trasladaron a la Virgen a la casa del Sr. Amador Reyes, en la Plaza Mayor, en lo que fue después la casa y tienda de “La Montura Regional”. Sin embargo, a los pocos días la Virgen comenzó a despedir un olor a flores frescas que invadía toda la casa y salía por puertas y ventanas, alarmados los depositarios de la reliquia, notificaron el hecho a las autoridades eclesiásticas, quienes fueron a comprobar el indiscreto portento, que podía delatar la presencia de la ilustre huésped.
Por lo anterior, decidieron nuevamente cambiarla de refugio, pensando que en otra casa no sucedería el fenómeno que los tenía tan preocupados, pero como no podían exponerse a llevarla muy lejos, optaron por hacerlo a la casa vecina, también en la Plaza Mayor, propiedad de la señorita María de Jesús Rangel, donde se ubica actualmente banca Serfin. En esta casa, nuevamente se produjo aquel olor de flores que llenaba los patios y corredores de la casa y que, a veces, caprichosamente, salía por el portal y se perdía en la inmensidad de la gran plaza. Sin otra salida, religiosos y fieles dejaron la imagen oculta en esa casa y se encomendaron a Dios para que el aroma de las rosas no delatar el paradero de la Virgen.
Estas medidas, sin embargo, resultaron acertadas ya que los anticlericales llegaron a Pátzcuaro, saquearon lo que encontraron y únicamente profanaron el manto que el Rey de España, Don Alfonso XIII había obsequiado a la Virgen de la Salud, quien un día pudo volver a su casa, la Basílica, cuando los tiempos fueron mejores para la religión católica.