DOMINGO DE LEYENDA: EL AQUELARRE DE LAS BRUJAS DE QUERÉTARO

15 diciembre 2024
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Las brujas de Querétaro tienen garras, cuerpos de aves con cara de ancianas y se les puede encontrar en los ríos, en los establos con grandes vigas o en las copas de los árboles. Algunas son buenas, otras “chupan” la sangre de los niños, pero todas generaron temor durante algunos años en diferentes puntos de la entidad.

Las leyendas de las brujas en el municipio de Querétaro, en San Juan del Río o en Jalpan de Serra movilizaron a la gente, que temerosa por sus hijos, lo mismo proponía orar y rociar los espacios con agua bendita que defenderse con piedras o escopetas.

El cronista Jaime Zúñiga recuerda esas historias y resalta la ingenuidad de la población de un estado que estaba en crecimiento, pero hasta el día de hoy le gusta escuchar “cosas fantásticas, a la gente le gusta espantarse nomás poquito”.

En los años 30 el colegio Marista se cambió de la calle de Madero al Molino de San Antonio, después de comprarlo a la familia Posada y la primera generación de alumnos ayudó en las labores de limpieza y deshierbe de la zona una vez que terminaban las clases.

Los alumnos salían a “conocer el rumbo”, así que acudían al río Querétaro, donde no había más que huertas y veredas, sin avenidas ni calles. Lo último de la ciudad era el rastro viejo, donde está ahora la Plaza Damián Carmona y ahí había unas bardas derribadas, unas vigas y escombro. Alrededor solo milpas y árboles frutales.

Para principios de los años 40, empezó el rumor de las brujas, sobre todo en las tardes, cuando los estudiantes acudían al río, que todavía tenía agua, se veían sombras, parecidas a aves, pero en forma de mujeres viejas, “que volaban al ras del agua y eso empezó a correr como rumor en el barrio de El Cerrito y en el Queretano, pero muchos lo tomaban a broma, como una puntada de los muchachos”.

La historia se afianzó gracias a una finca abandonada e inconclusa, que tenía una placa de 1882 y a la que la gente empezó a llamar “la casa de las brujas”. Los jóvenes que caminaban cerca del establo de los maristas, “empezaron a notar que en los techos del establo se paraban las famosas brujas y los perros ladraban toda la noche, porque las brujas estaban ahí”.

Jaime Zúñiga recuerda que estos rumores no dejaban de crecer, sobre todo porque los padres de familia se preocupaban porque sus hijos estudiaban “fuera de la ciudad, en despoblado y estaban a merced de las brujas”. Hubo reuniones donde se proponía rociar agua bendita, otros pedían llevar a un sacerdote y muchos más proponían usar escopetas para acabar con ellas.

“Querétaro era muy pequeño y tardó mucho tiempo para que se fuera olvidando el apremio, porque era algo urgente que se tenía que hacer para proteger a los alumnos del noviciado. Pasó el tiempo y se quedó como recuerdo el nombre de la vieja construcción de la casa de las brujas, ya la remozaron, pero durante mucho tiempo la gente no pasaba por ahí, preferían rodear que pasar por enfrente”, relata el cronista.

Muchos años después, un exalumno del Instituto Queretano, Antonio Pérez Peña, desarrolló los fraccionamientos Las Hadas y Las Brujas, en recuerdo a las historias de su juventud. La gente decía que cuando se construyeron varias casas en ese lugar, con el alumbrado público, las brujas decidieron abandonar su refugio y se fueron a otros lugares, porque no se sentían a gusto con la luz.

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