Ema, de 15 años, se quitó la vida en su habitación en el ratito en que quedó sola mientras su mamá salió a comprar. El día anterior un compañero del colegio, de 14 años, había compartido en redes sociales, sin su consentimiento, un video que los mostraba manteniendo relaciones. Laura, la mamá de Ema, habló con Infobae sobre la culpa, el dolor y sobre la falta de herramientas de todo el entramado social para dimensionar el tormento que atraviesa una víctima de violencia digital.
Conversamos durante dos horas. Lloramos también. Y nos abrazamos. Sin embargo, el silencio parece coparlo todo. Un silencio denso, pesado, que oprime el pecho. Laura dice que falta la música de Ema. Esas canciones que ponía a tope a las seis y cuarto de la mañana mientras se vestía, se planchaba el pelo y se maquillaba para ir a la escuela.
“El viernes tuvieron la foto grupal del curso. Si la hubieras visto cómo se fue de hermosa, tan hermosa… Ema canta siempre y escucha música. Cuando suena el reloj yo me visto e inmediatamente la despierto a ella porque es la que más tarda porque es la que más se arregla. Después despertaba al hermano y desayunábamos”.
El relato de Laura será un ir y venir mezclado de tiempos verbales. Va a contar de su hija en presente, de corrido, con entusiasmo sobre sus gustos, su forma de ser, su garra, hasta que de pronto conecte con la desgracia y vuelva el silencio apretado. Unos segundos de vacío que se sienten como la caída a un precipicio. Entonces su voz cambia y se nota el esfuerzo por hacerle lugar al pretérito. La insoportable nueva costumbre de hablar de su hija en pasado.
“Nos mudamos a esta casa en Longchamps que elegimos juntas porque nos quedó chico donde vivíamos. Ema obvio se agarró el cuarto más grande. Yo estoy en pareja hace tres años y además venían amigas y amigos de Ema y de mi hijo Vladi, que tiene 13 años. Justo el día del niño lo pasamos juntos, con la hija y los nietos de mi pareja, amigos de mis chicos. Comimos asado en una mesa larga. En un momento nos miramos con mi pareja porque nos hacía muy felices esa mesa larga… Y en una semana nos cambió la vida. Yo voy a estar incompleta el resto de mi vida. Todos me repiten que tengo que seguir por mi hijo y lo sé, pero ¿Cómo voy a seguir? ¿Cómo voy a seguir? ¿Cómo voy a seguir?”
El pasado sábado 24 de agosto Ema, una adolescente de 15 años, se suicidó en su habitación cuando su mamá salió a comprar. El día anterior un compañero del colegio, de 14 años, había viralizado en redes sociales sin su consentimiento un video que los mostraba manteniendo relaciones sexuales.
“Yo estaba trabajando cuando a media mañana del viernes me llama la secretaria del colegio para avisarme que estaba circulando un video de Ema teniendo relaciones sexuales con un chico de otro año. Me dijo también que ellos no tenían injerencia en los teléfonos celulares de los alumnos y que el director estaba a mi disposición. La verdad es que no entendí bien qué estaba pasando, no dimensioné. En mi ignorancia entendí que se había difundido un video y listo. Yo soy de una época distinta. No me justifico, pero… no tomé dimensión. Soy una mamá, no trabajo con adolescentes. Estoy con mis dos hijos adolescentes pero del lado de mamá. Les insisto para que no se lleven materias, no los dejo salir si tienen malas notas… no soy una especialista. Esa noche la vi a Ema, pero no le saqué el tema porque pensé que quizás le daba vergüenza. Se sentó a comer, comió poco y después se encerró en su cuarto. Pero los adolescentes pasan la mayoría del tiempo encerrados en su cuarto. A la mañana siguiente hablamos un poco al respecto y la verdad es que la reté, pero no por el video sino porque había dejado entrar a un pibe a casa cuando no había nadie y sin que supiéramos. Me dio miedo. Me acuerdo que le reclamé: ‘Mirá si te mata y te deja acá muerta, o te viola. Nosotros no sabemos ni quién es’. Ella fue bastante escueta. Me contestó que su adolescencia era diferente a la mía… Yo estaba enojada y le dije que me iba a comprar y que a la vuelta la seguíamos tranquilas. No dimensioné lo que le estaba pasando. Encima salí a comprarle galletitas y el yogurt que ella tomaba. Ahí seguro que algo le comentaron en el celular, algo que se sumó a todo cuando me fui a comprar y fue el detonante. A las 13 horas, Ema le abrió la puerta y despidió a la señora que trabaja en casa. Yo volví a las 13.35 y Ema ya estaba muerta”.
Penar las violencias
El 23 de octubre de 2023 entró en vigencia en Argentina la Ley 27.736 ꟷllamada “Ley Olimpia”ꟷ que incorporó, como una modalidad de violencia de género, la violencia contra mujeres en entornos digitales a la Ley 26.485 de Protección Integral de las Mujeres. La norma aborda los delitos que violen la intimidad sexual de las personas a través de medios digitales y la difusión sin consentimiento de contenidos privados. Además prevé una serie de medidas cautelares de protección que puede dictar la Justicia. Por ejemplo, ordenar que las plataformas digitales quiten los contenidos que generan violencia.
Por otro lado, hace más de 10 años que se presentan en el Congreso propuestas legislativas para agregar al Código Penal los delitos de obtención y difusión no consentida de material íntimo y/o de desnudez, los porn deep fake ꟷmontaje digital en videos de pornografíaꟷ y sextorsión. Una de esas propuestas es el proyecto de Ley Belén ꟷen homenaje a Belén San Román, víctima de difusión no consentida de material íntimo, que se suicidó en diciembre de 2020ꟷ, que apunta a condenar la ciberviolencia de género para que, por lo menos, lo piensen dos veces aquellos que crean buena idea transformar en público lo privado sin permiso.
Florencia Zerda, abogada integrante de la Organización Genero y TIC (GENTIC), explica lo que existe y lo que falta: “El artículo 128 del Código Penal Argentino pena la distribución de material digital de menores con representaciones sexuales explícitas o representación de sus partes genitales. Pero este tipo penal está creado para la distribución en situaciones de abuso o explotación sexual infantil, no está pensado para casos de difusión de material íntimo de dos menores adultos realizando actividades sexuales de manera consentida entre ellos. Que es lo que le pasó a Ema. Entonces, habría que crear un tipo penal específico y ese es el tipo penal que está establecido en la Ley Belén”.
El proyecto de Ley Belén ꟷpresentado dos veces por la diputada Mónica Macha, junto al espacio de víctimas de violencia digital “Ley Olimpia Argentina” y GENTICꟷ y el resto de las propuestas ingresadas siguen esperando la convocatoria a tratamiento de la Comisión de Legislación Penal, a cargo de la diputada Laura Rodríguez Machado del PRO. Una iniciativa unificada debería tratarse en la Comisión de Mujeres y Diversidad para recién después ser discutido en el recinto.
Más ESI
Es claro que urge reconocer las agresiones en línea como hechos que merecen penas, un algo que hacer con quienes violentan a través de las tecnologías de la información y las comunicaciones. Pero ¿alcanza con el castigo? ¿Es el punitivismo la llave maestra que logrará evitar el daño? ¿Qué pasa con los y las que fomentan la circulación de contenidos íntimos y de desnudez, descargan, “megustean” y engrosan la cadena de distribución de ese daño?
El principal agresor de Ema tiene 14 años. Un adolescente que compartió con sus amigos y subió a una red social un video sexual sin el visto bueno de su compañera. Esos amigos también distribuyeron el material en grupos de whatsapp, y lo mismo hicieron chicas del colegio de cursos más grandes. En solo un rato el alcance y el perjuicio de la viralización fue inabarcable.
Hasta hace dos semanas, Laura no sabía que existía la violencia contra mujeres en entornos digitales.
“Lo que pasa en redes es una locura. Es una vorágine que no se puede parar. Y es tan violento lo que hizo este chico a los 14 años. Es tan violento que haya subido un video tan íntimo, con cara y nombre de la otra persona, que tiene que haber… no quiero que vaya a la cárcel el pibe, es menor de edad, pero tiene que haber algo desde algún lado. Una ley que lo sancione, no sé si a él… o sí, que cocine cinco años en un comedor comunitario por ejemplo… algo para que esto no le suceda a ninguna chica. Porque vos expones a una persona sin… y el daño psicológico que le… Ema se mató en 24 horas, ¿entendés? Salió el video y a las 24 horas mi hija se mató. No lo pudo sostener. No sé qué le estarían diciendo en las redes. Sí sé que hubo chicas involucradas, chicas que pasaron el video. No tienen justificativo. Robaron una vida y destrozaron a una familia entera”.
En diálogo con Infobae, Ignacio Rodríguez, psicólogo y parte del Instituto de Masculinidades y Cambio Social (MasCS), intenta descifrar por qué, con peligrosa frecuencia, varones de cualquier edad viralizan contenidos sexuales privados: “Pienso en los borramientos de límites entre lo público y lo privado asociado a la idea de conquista. El cuerpo de la mujer entendido como objeto de pertenencia de los varones hace que la conquista ponga a la mujer como un trofeo que es necesario mostrar. Es decir, la mostración de los varones para fortalecer la masculinidad los lleva a compartir vídeos íntimos. Así la conquista no sólo es en términos personales sino en términos mostrativos también. La homosocialidad exige que hagamos públicas nuestras conquistas para para que no quede en juego nuestra identidad masculina”.
La Ley Olimpia promueve programas de alfabetización digital, buenas prácticas en el uso de las tecnologías de la información y la comunicación y de identificación de las violencias digitales en las clases de educación sexual integral (ESI) como en el resto de los contenidos en el ámbito educativo y en la formación docente.
La norma es clara: falta más ESI, no menos. Más ESI para revisar las masculinidades, para repensar los vínculos, para fomentar actitudes responsables ante la sexualidad, para romper las cadenas sexistas, para combatir abusos sexuales, para saber cómo actuar cuando una agresión se desparramó… más ESI para que no haya más violencias.
Graciela Morgade, docente, investigadora en género y educación, y actualmente vicedecana de la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, sostiene que el padecimiento de Ema deja muchas preguntas al mundo adulto: “Es sabido que las redes son territorios casi sin control y que, por lo tanto, en el manejo de las redes pesa el criterio personal mucho más que con otras tecnologías de la información y la comunicación. La violencia digital no encuentra en la actualidad más límite que el de la persona que decide ‘esto no lo comparto’. ¿Cómo ayudamos a que los, las y les jóvenes puedan construir esa autonomía, demorar un minuto la compulsión a los likes o a los shares, conectar con la otra persona que es objeto de la publicación y con el dolor o la angustia que le va a provocar? Como docentes en las escuelas apostamos a construir esas herramientas para un mundo en común libre de violencias, y tenemos la ESI como dispositivo específico. Dispositivo para que chicos, chicas y chiques puedan respetar a cada persona en su integridad física, respetar el pudor y la soberanía sobre sus propios cuerpos y los cuerpos de las demás personas, las imágenes de esos cuerpos, los sentimientos que están asociados a las sexualidades. Ema nos deja su grito por más ESI, por más ámbitos compartidos de trabajo colectivo en los que todas las personas ꟷtodas, incluyendo a las masculinidades tradicionalesꟷ puedan convivir en una cultura de paz y despliegue de energía, deseos y proyectos”.
Por su experiencia en GENTIC, Zerda aporta en la misma línea: “Muchos colegios y docentes nos piden capacitaciones a las organizaciones porque todavía no hay contenidos oficiales ni material para lidiar con estas situaciones en las infancias y adolescencias. El sexting es una realidad entre los menores, no podemos intentar prevenir el problema solo diciéndoles ‘no se filmen’. Hay que educar a las personas para no agredir, hay que poner en agenda las violencias digitales y sus consecuencias, el consentimiento, el uso de la imagen ajena. Y el Estado debe asumir un rol educativo y preventivo de manera urgente”.
Lo virtual es real
De tejas rojas y rejas verdes, la casa en Longchamps tiene un enorme cartel de “Vende” en el portón del frente. Sin timbre, son los perros los que avisan que llegaron visitas. Laura me recibe en una sala con ventanales, un sillón y varias cajas vacías apiladas.
“Estamos buscando para mudarnos porque mi hijo no quiere volver acá. Por suerte tiene un grupo hermoso de contención de amigos, de profesores, padres de los amigos, pero desde que pasó todo esto que trata de no pasar tiempo en casa. Viene un ratito y se va. Yo sé que cuando pasa esto en las familias, el hijo que queda vivo… pobrecito, sufre. Y no quiero que pase eso con él. Pero vos imaginate que después de esto, o sea… Yo no quiero vivir más. Me bañé porque venías vos porque no tengo ganas de bañarme, no tengo ganas de vestirme. Estoy entera solo el rato que lo veo a Vladi. Es que no sé cómo catalogar lo que pasó. Es violencia de género y te iba a preguntar… ¿por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?”
Laura no puede ni describir el momento del entierro de su hija. En cambio, rescata con ternura la cantidad de personas que se acercaron a despedir a Ema.
“Vinieron montones de amigos. Hasta de la colonia de verano…imaginate la edad que tenía Ema cuando iba a la colonia. Directivos del colegio donde cursó hasta la pandemia, del colegio de mi hijo, estaba la directora del jardín maternal. En cambio, del colegio de ahora, donde pasó todo, solo apareció la secretaria. El director jamás se comunicó conmigo. El colegio no ofreció contención de ningún tipo. No pretendo que me contengan a mí pero no le ofrecieron contención a Ema cuando estaba viva. Ella se mató el sábado pero se podría haber tirado bajo el tren el viernes cuando salió del colegio porque la largaron a la calle sola. Nadie del colegio me aconsejó: ‘Vení a buscarla y a partir de ahora tenés que tomar estas precauciones’. Ellos trabajan con adolescentes y sin embargo no dimensionaron la repercusión que esto podía tener en la cabeza de una chica de 15 años. Igual, los familiares del chico que hizo la grabación: nadie fue capaz de mandarme un mensaje”.
Cuatro días antes de la viralización del video, Ema y su mamá intercambiaron ideas para las vacaciones de verano y acordaron empezar a pagar el viaje de egresados a Bariloche. Ema estaba decidida a estudiar mucho para no llevarse materias en quinto año porque quería anotarse en UBA XXI para estudiar Psicología.
“No se dio tiempo a pensar que en cinco días nadie se iba a acordar del video. Como hoy no se acuerdan de su muerte… La psicóloga me decía que cuando uno pierde a un padre queda huérfano, cuando perdés a tu marido quedás viuda, pero no hay nombre para la pérdida de un hijo. Quiero que… Quise contar nuestra historia para que los colegios, para que las familias… para que se actúe de otra manera, para que no vuelva a pasar. Quizás mi testimonio ayuda a concientizar. Yo no estaba enterada ni dimensioné el impacto que esto tenía en Ema, sinceramente no me di cuenta de lo que estaba pasando. No se habla de la violencia de género digital. Tanto les decimos a nuestros hijos que se cuiden de enfermedades… esto me abrió los ojos de algo que desconocía absolutamente. Y quiero a partir de ahora involucrarme, tratar de ayudar para lograr cambios. A mí hija no me la van a devolver, pero a lo mejor puedo plantar una flor en el barro…”