Lazo Azul: Escrito por Enrique Martínez y Morales.

13 abril 2015
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martinez1-300x233Hace 40 años era difícil, de entre varios miles, encontrar un menor con autismo. Hoy en día lo padece uno de cada medio centenar. Solamente en las últimas dos décadas el número de casos se disparó 600%, presentando un crecimiento exponencial.

Aunque no existe información estadística precisa, se sabe que es un trastorno que no distingue razas, países ni estratos sociales.

Y a pesar de los avances de la ciencia y la tecnología, no se ha podido dar pie con bola para encontrar la causa real de la pandemia, que dicho sea de paso, afecta principalmente a los menores varones en una proporción de 4 a 1.

Una de las hipótesis de su causa culpa a las sustancias químicas que envenenan las células de los bebés no sólo antes de nacer, sino desde generaciones atrás. Los padres y ancestros de personas autistas, publican algunos estudios, han vivido o laborado dentro o cerca de lugares expuestos a sustancias peligrosas, aunque algunas no lo parezcan.

Otra sostiene que los padres hemos cambiando nuestros hábitos alimenticios y nuestra forma de vida. Hace un siglo, únicamente el 20% de las mujeres trabajaba en países como Estado Unidos. Actualmente lo hace más del 80%.

Las madres trabajadoras tienden a retrasar la maternidad lo máximo posible. Entre más tiempo estén expuestos los cuerpos de los progenitores antes de concebir a antibióticos, pesticidas, ondas de microondas, conservadores y los miles de químicos con los que inconsciente y obligatoriamente convivimos cotidianamente, además de las hormonas sintéticas que algunas mujeres maduras emplean para poder concebir, mayores serán las probabilidades que los críos padezcan autismo.

Con un lazo azul como símbolo, en 2007 la ONU estableció el 2 de abril como el “Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo”. El mismo nombre de la efeméride conlleva la frustración ante la imposibilidad de revertir la tragedia. No podemos cambiar nuestra herencia genética contaminada por décadas. Sólo nos queda crear conciencia.

De seguir esta situación su tendencia actual, en pocos años será común tener uno o dos niños con autismo en la familia, y nuestros sistemas económicos y sociales tendrán que ser redefinidos en consecuencia.

Quizá para nuestra generación ya sea tarde; pero con una vida más sana y patrones de consumo diferentes, nuestros hijos y nietos podrán salvar la epidemia, cuya incidencia supera ya a las del cáncer, sida y diabetes pediátricos juntas.

Así de grave es la situación.

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