El frío encuentro entre Guillermo y Enrique, 14 meses después de su ‘divorcio’

18 abril 2021
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Fue precisamente en la capilla de San Jorge en el castillo de Windsor donde todo comenzó. En el mismo lugar donde hace casi tres años se casaba Enrique de Inglaterra con Meghan Markle, este sábado se celebró el funeral por su abuelo, Felipe de Edimburgo. La boda fue una ceremonia precedida de tensiones familiares que, en algunos casos, trascendieron en ese momento y que, en otros, el tiempo se ha encargado de destapar. Los hijos de Diana de Gales y Carlos de Inglaterra se encontraban en el funeral de hoy tras 14 meses de distanciamiento, en medio de una crisis que ambos han reconocido. Han afirmado públicamente que, aunque se siguen queriendo, no mantienen contacto y sí muchas diferencias.

La orden de la reina de Inglaterra fue clara y rotunda: el protocolo debía de evitar más tensiones. Por eso, desde el momento en que falleció el duque de Edimburgo, los encargados de organizar el funeral hicieron lo posible por suavizar la situación. Los hermanos no caminaron hombro con hombro detrás del ataúd, sino que lo hicieron con su primo Peter Phillips, el hijo de Ana de Inglaterra, en medio. Algo que no era insólito: cuando caminaron tras el féretro de su madre lo hicieron con su tío, el conde Spencer, entre ellos. Luego en la capilla se sentaron uno enfrente del otro. Guillermo lo hizo junto a Kate Middleton, que acompañó el luto con unas impresionantes perlas que la reina le prestó de su joyero para la ocasión. Enrique estuvo solo, ya que Meghan Markle no viajó a Londres al encontrarse muy avanzado su embarazo.

Las mascarillas ayudaron a todos los invitados a esconder sus gestos de dolor por la pérdida de Felipe de Edimburgo. En el caso de los hermanos, también sirvieron para cubrir las posibles muestras de incomodidad al saberse observados al detalle en sus interacciones por los millones de espectadores que siguieron por televisión la despedida al hombre que acompañó a la reina de Inglaterra durante 73 años. Ambos adoraban a su abuelo, que tras la muerte de su madre, Diana de Gales, se acercó mucho más a ellos para ayudarles a sobrellevar su orfandad.

Felipe de Edimburgo tenía debilidad por Enrique, igual que le sucede a Isabel II. Su carácter bromista conquistó a sus abuelos. Quizá por ello Isabel II ha intentado protegerle tras su marcha como miembro senior de la familia real, dejando siempre una puerta abierta en caso de que quiera regresar. Por eso, según cuentan portavoces no oficiales de palacio, el duque de Edimburgo se disgustó tanto cuando, estando ingresado en el hospital, supo de la entrevista que Enrique y Meghan habían concedido a Oprah Winfrey en la que acusaron a algunos miembros de la familia real de ser racistas.

Carlos de Inglaterra, situado en la cabeza del cortejo junto a su hermana Ana, tampoco tuvo ningún momento de cercanía con su hijo Enrique. El duque de Sussex confesó a Oprah Winfrey que su padre no respondía sus llamadas desde que se marchó a California. Lo que está por ver es si este momento de dolor por la pérdida de su progenitor ha ablandado al príncipe de Gales, que se dejó ver triste y sombrío.

Tantas miradas puestas en los hermanos desviaron algo la atención en Andrés de Inglaterra, a quien su madre apartó de la vida oficial por su vinculación con el pedófilo Jeffrey Epstein. El segundo hijo varón de Isabel II intentó recuperar su uniforme de almirante para la ceremonia, lo que hizo saltar las alarmas de posibles controversias y provocó que el protocolo terminara por decretar que nadie llevara uniforme militar. Se trataba también de evitar que Enrique fuera el único que llevara chaqué en el cortejo fúnebre, ya que, privado de honores militares por su decisión de alejarse de la familia real, no podría haberse vestido de uniforme.

La retrasmisión de la ceremonia evitó los primeros planos y se concentró en imágenes panorámicas del solemne acto. Aunque no fue un funeral de Estado, reunió muchos de los requisitos de las grandes ocasiones: amplia representación del ejército, banda militar, estandartes y hasta el enganche, con los guantes gastados del duque y la manta con la que se cubría. Y, como en las grandes familias británicas, el personal de servicio formado, de punta en blanco, para despedir al señor de la casa.

Todo este despliegue permitió blindar a Isabel II, que se dejó ver por primera vez en público tras el fallecimiento de su esposo. También ayudó la mascarilla que llevaba y el enorme sombrero. Aun así, los pocos planos que se tomaron de ella mostraron la soledad y la fragilidad física de una mujer que el miércoles cumple 95 años. Pero en medio de tanto dolor, tuvo una buena noticia: Guillermo y Enrique, acompañados de Kate Middleton, abandonaron juntos, y hablando, en la capilla de San Jorge. La pregunta es: ¿fue cosa del protocolo o de los sentimientos?.

 

Información de: El País

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