Barranca de Chichihualco, donde el crimen ocultaba cadáveres y la PGR sus errores

11 julio 2018
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 El 14 de noviembre de 2014 desapareció José Luis Hernández Gazpar, un exbracero de 36 años de edad, quien nueve meses antes había vuelto a México, y a su natal Guerrero, con la esperanza de subsistir, junto con su esposa e hijos pequeños, de la producción y venta de queso.

José Luis iba a bordo de un taxi junto con otros tres pasajeros cuando dos camionetas negras les cerraron el paso.

Diez hombres armados bajaron de las camionetas y, a golpes, obligaron a los cuatro pasajeros del taxi a irse con ellos.

Horas más tarde, tres de los secuestrados volvieron a su pueblo, Xochipala, en el municipio de Zumpango del Río, pero José Luis no volvió.

Los sobrevivientes narraron que luego de ser conducidos por sus captores a la sierra de Filo Mayor, fueron puestos en libertad en las inmediaciones de la comunidad La Laguna, con excepción de José Luis, a quien los secuestradores mantuvieron retenido.

Aunque el rapto fue denunciado inmediatamente después de que la familia tuvo conocimiento de los hecho, ninguna autoridad salió en busca de José Luis.

La única persona abocada a su localización fue su hermano, Juan Carlos, quien volvió desde Estados Unidos, donde radicaba, para emprender la búsqueda.
***

Un año después de que Juan Carlos inició el rastreo de su hermano, en diciembre de 2015, sus propias investigaciones le permitieron encontrarlo, aunque muerto, entre una alfombra de decenas de cadáveres acumulados a lo largo de la pendiente de una barranca, ubicada en la zona conocida como Curva de La Virgen, en las cercanías de Chilpancingo, la capital de Guerrero.

Juan Carlos dio aviso de su hallazgo a la Fiscalía General del Estado, advirtiéndoles que en el lugar había, según sus cálculos, alrededor de 60 cuerpos, pero no obtuvo respuesta.

Luego, Juan Carlos acudió ante la Procuraduría General de la República (PGR), que ordenó a un grupo de agentes acudir al lugar, acompañados por elementos de la Marina.

Como Juan Carlos, otros familiares de personas desaparecidas que realizan búsquedas por cuenta propia también se sumaron a las labores. 

A cargo del operativo iba Edmundo Meraz Mireles, agente del Ministerio Público Federal de la Fiscalía de Búsqueda de Personas Desaparecidos de la PGR.

El operativo para el rescate de los cuerpos oficialmente inició el 7 de diciembre de 2015, sin embargo, ese día sólo inspeccionaron la zona y al llegar la tarde se retiraron de la barranca, sin dejar ningún tipo de resguardo para los cuerpos y demás evidencias presentes.

Al día siguiente, al volver los agentes para emprender, ahora sí, la recuperación,se encontraron con que un grupo de desconocidos le había prendido fuego a los cadáveres durante la madrugada.

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“La barranca de Curva de la Virgen, en Chichihualco, es muy inclinada, para bajar a ese lugar hay que hacerlo de nalgas, y subir a gatas. Recorrimos el lugar y, para sorpresa de nosotros, había más de 60 cuerpos esparcidos”, explica Margarita López, una de las madres buscadoras que presenció el operativo de 2015.

–¿A qué te refieres con “esparcidos”?

–A que no estaban sepultados. Estaban los cuerpos en un estado momificado, acartonado, la mayoría de los cuerpos tenían tejido, y todos tenían sus ropas.O sea que la delincuencia lo único que hacía era ejecutarlos y aventarlos a esa barranca.

Esa es una zona, detalla, en la que crece un carrizo conocido como otate, de tallo frágil pero de raíces profundas, por lo que “al aventar los cuerpos, éstos iban quedando atorados en los otates. El primer cuerpo estaba apenas a diez metros bajando desde el camino de terracería, Y de ahí para abajo, todo era un tapiz de cadáveres”.

Entre esos cuerpos, Juan Carlos identificó a su hermano no sólo por sus prendas, sino por una credencial que portaba aún en el bolsillo. El cuerpo estaba completo.

“Cuando Juan Carlos encontró ese lugar –explica Margarita–, se puso en contacto conmigo, y yo solicité el apoyo de la PGR, no sólo porque era importante toda esa gente, sino porque sabíamos que ahí bien podían estar los 43 normalistas de Ayotzinapa, o algunos de ellos”.

Durante el primer día del operativo, iniciado a las 14:00 horas, el personal pericial de la Procuraduría únicamente tomó registro fotográfico y en video de los cuerpos en la barranca.

“Juan bajó al lugar en donde estaba su hermano, y luego subió de nuevo al camino de terracería, y le pidió al MP encargado, a Edmundo Meraz, que le diera un costal. ‘Ahí está mi hermano, déme un costal y yo lo subo’, le rogó, pero el MP le contestó que no, que al día siguiente iban a regresar, con apoyo de Protección Civil del estado, para hacer el rescate de los cuerpos”, detalla Margarita.

Tres horas después de que iniciaron las operaciones, a las 17:00 horas, el agente del MP se retiró de la barranca, escoltado por un grupo de marinos, con rumbo al poblado de Chichihualco, supuestamente con el objetivo de solicitar apoyo a la Policía Federal, para que acordonaran el área.

El resto de la gente que participaba en el operativo, marinos, policías federales, peritos de la PGR y familiares de desaparecidos, quedaron en espera, pero tres horas después, a las 20:00 horas, cuando la noche había caído y no tenían ninguna señal del agente del MP encargado, ni de los refuerzos que supuestamente había solicitado, el contingente decidió retirarse de la barranca, por seguridad.

“Incluso temíamos que le hubiera pasado algo al agente del MP en el camino a Chihihualco, que le hubieran hecho algo –detalla Margarita–, pero cuando llegamos al pueblo, nos lo encontramos sentado en la gasolinería. Dijo que estaba esperando que bajáramos (de la sierra), porque no le habían autorizado el envío de elementos de la Policía Federal para resguardar el lugar yo luego pregunté a la PF, y me informaron que él nunca hizo la llamada.”

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A las 4:00 de la madrugada del día siguiente, 8 de diciembre de 2015, el contingente de marinos, federales, peritos, familiares de desaparecidos, e incluso el personal de Protección Civil del estado que se sumaría a las acciones, ya estaba listo para partir del poblado Chichihualco, rumbo a la barranca de Curva de la Virgen.

El objetivo de iniciar antes de que saliera el sol no sólo era recuperar tiempo perdido, sino evitar que la luz del amanecer permitiera al crimen organizado retirar los cadáveres, o arrojarlos a la parte más profunda de la barranca, de varios cientos de metros, para evitar su rescate.

La hora de partida había sido fijada, de hecho, por el mismo agente del MP encargado, Edmundo Meraz, sin embargo, él llegó hasta las 10:30 al punto de encuentro.

“Había sido una irresponsabilidad del agente del MP dejar sin resguardo la barranca –afirma Margarita–, porque, como se dice, ya habíamos ido a calentar la zona, era obvio que el crimen organizado nos había visto. Luego, al día siguiente, llegó varias horas tarde, y cuando le reclamamos, nos respondió ‘no pasa nada, déjenme ir’, y se fue a Aurrerá a comprar comida.”

Molestos, los integrantes del contingente decidieron emprender la marcha, y el agente del MP los alcanzó en el camino, luego de hacer sus compras.

“En el camino, íbamos nerviosos, porque a la distancia se veía una estela negra, pequeñita, subiendo al cielo –narra Margarita–, y cuando llegamos a la Curva de la Virgen, Juan rápido bajó la barranca y luego subió, desencajado, y nos dice ‘ya chingó a su madre todo, ya nos quemaron los cuerpos’. Iba llorando y diciendo ‘mi hermano, ya no está’.”

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De los 60 cuerpos que un día antes fueron contabilizados en la zona, al menos 35 habían sido acumulados en una pila, a la que luego rociaron con gasolina y prendieron fuego.

Otros once cuerpos, aparentemente, no fueron arrojados con buen tino hacia el cúmulo de cadáveres, y rodaron por la barranca. Esos fueron los únicos cuerpos que pudieron recuperarse.

Del resto sólo quedaron cenizas, y de entre esas cenizas, las autoridades sólo lograron recuperar restos carbonizados de ocho personas, entre ellos, José Luis, del que sólo quedaron dos fragmentos de hueso.

Oficialmente, las autoridades reconocieron que los cuerpos de la fosa habían sido incendiados por el crimen organizado, “pero se manejaron de tal forma las cosas, que pareciera que los únicos cuerpos que se habían quemado eran ocho, y que aún así habían sido recuperados, junto con otros once cuerpos completos, la autoridad lo manejó como un éxito, pero nunca informaron que por una decisión estúpida de su personal, 35 cuerpos de víctimas, que eran perfectamente reconocibles, fueron calcinados, señala Margarita.

Entre esos cuerpos estaban, por ejemplo, los de dos mujeres, una de ellas embarazada. La otra portaba en la muñeca una esclava de oro, con tres iniciales grabadas.

“Los cuerpos estaban con sus ropas, con sus objetos personales, estaban momificados, las madres de todas esas personas con plena seguridad las habrían reconocido, y ahora ya no estaban. Las mamás lloramos de rabia, de impotencia, y cuando subimos de nuevo al camino de terracería, unas personas que pasaban nos dijeron ‘uh, llegaron a las 6:00 de la mañana para quemarlos, vino una camioneta de la Policía Municipal y les trajo gasolina’”.

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Durante los días 8, 9 y 11 de diciembre, elementos de Protección Civil estatal entrenados en rapelismo, sacaron de la barranca los restos calcinados de ocho personas, así como los 11 cuerpos que sus cuerdas más largas les permitieron alcanzar. Sin embargo, más abajo en la barranca aún podían divisarse más cadáveres.

Por ello, un grupo de familiares de desaparecidos, acompañados de marinos y elementos de la Policía Federal, decidieron descender de la sierra, interceptar el río que la surca, y vadearlo hasta llegar al fondo de la barranca de Curva de la Virgen, con la esperanza de poder ascender desde ahí hasta el punto en donde habían quedado más cadáveres atorados en los carrizos, e intentar recuperarlos, pero la fragilidad de la pendiente les impidió escalarla.

El recorrido, sin embargo, no fue en vano, explica Margarita, ya que desde el fondo de la barranca pudieron ver a mitad de la pendiente no sólo cuerpos que habían rodado varios cientos de metros, sino también vehículos con cuerpos dentro, encajados en la tierra.

“Al fondo de la barranca la pendiente ya es muy inclinada y la tierra está muy suelta –narra Margarita–, cuando intentábamos ascender (para alcanzar el punto en donde se divisaban cuerpos), no lo lográbamos porque la tierra se te desgajaba encima. Los carros que vimos, evidentemente, habían sido arrojados a la barranca desde la parte alta, desde el camino de terracería, y al caer sobre la tierra blanda del fondo, los coches se quedaban incrustados. No pudimos llegar hasta donde estaban esos carros, pero se veía que había cuerpos dentro. O sea, esos carros los arrojaron con personas en su interior”.

Pese a las evidencias de que en la barranca quedaban aún muchos cuerpos, el agente del MP Edmundo Meraz dio por terminado el operativo de recuperación ese mismo 11 de diciembre de 2015.

“Cuando ordenaron dar por terminado el operativo, yo me acerqué al MP Edmundo Meraz y le pregunté dónde estaba la esclava de oro de la mujer, que habíamos visto un día antes, y que ahí seguía luego de que quemaron los cuerpos. Y resultó que ya se había perdido, no la tenía el MP, no la tenían los peritos, no la tenía el médico legista, entonces yo hice un escándalo, porque esa esclava, con las iniciales que tenía, seguro podía reconocerla la familia de esa muchacha, queríamos las mamás tomarle una foto, para mostrarla a otras mamás, entonces les dije que si esa evidencia no aparecía, iba a presentar una denuncia oficial, y otra ante la prensa, les llamé bandidos y aves de rapiña… luego de un rato me dijeron que la esclava de oro ya había aparecido, pero lo cierto es que no quisieron mostrárnosla nuevamente, los familiares de víctimas no pudimos confirmar que realmente hubiera aparecido, muy posiblemente se la robaron los agentes”.

Una semana después, el 18 de diciembre, el gobierno de Guerrero anunció la destitución del director estatal de Protección Civil, Melquiades Olmedo, por haber facilitado personal para el rescate de cuerpos en la barranca, sin antes haberlo consultado con el gobernador Héctor Astudillo.

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Para que alguna autoridad regresara a la barranca de Curva de la Virgen, a intentar rescatar el resto de los cuerpos, debieron pasar nueve meses más, y esto sólo ocurrió ante la presión ejercida por las familias de personas desaparecidas en Guerrero.

Así, en septiembre de 2016, de esta barranca lograron recuperarse otros 12 cadáveres, y se encontraron evidencias de que el lugar seguía siendo utilizado por el crimen organizado para ejecutar víctimas.

“Localizamos un árbol, le dicen árbol de papel, con rastros de sangre recientes, y casquillos de bala percutidos –narra Margarita–, como que en ese lugar paraban a la gente, le disparaba, y la dejaban rodar por la barranca”.

Aunque en este segundo operativo pudieron recuperarse 12 cadáveres más, debido a la falta de cuerda suficientemente larga, otros cuerpos no pudieron ser alcanzados y se dejaron ahí.

“Pero cuando insistí en que se hiciera una tercera entrada al lugar –señala Margarita–, el subprocurador de Derechos Humanos de la PGR (Eber Betanzos) me dijo ‘no, ya no puede usted entrar ahí, el gobernador de Guerrero habló con la procuradora Arely Gómez, y le prohibió que se entrara a ese lugar, porque es un estado turístico y esto le está afectando al gobernador y al estado. Me dijo que podíamos entrar a otros lugares, menos ahí, y me dijo ‘Margarita, el gobernador tiene todos los datos de usted, y no quiero que le vaya a pasar nada’”.

Una segunda amenaza, afirma, llegó días después, en voz de “un activista de Guerrero, muy conocido, policía comunitario, que me buscó y me dijo: ‘El señor Isaac Navarrete (presunto narcotraficante de la zona) dice que no entre más para San Vicente ni para Chichihualco, peroque si entra la van a matar’. El activista me dijo que él quería que yo me cuidara mucho, pero que me convenía no entrar para allá”.

Finalmente, asegura, una tercer amenaza vino en voz Eréndira Cruzvillegas, entonces titular de la Fiscalía Especializada en Búsqueda de Personas Desaparecidas, de la PGR.

“Ella me citó en su oficina –afirma Margarita–, me llevó a una sala de juntas, se sentó bien cerca a mí y me dijo: ‘Mire, mi chula, le voy a pasar un recado, se metió con la gente equivocada, ellos son los que manejan todo ahí en Guerrero, y a ellos no les conviene que usted esté yendo a patear el avispero… le paso el recado, pero usted y yo nunca tuvimos esta plática’”.

La presión de las familias por volver a la barranca no ha cesado, destaca Margarita, pero hasta la fecha, las autoridades no han vuelto a autorizar un nuevo operativo para recuperar cuerpos, ni han implementado ninguna acción orientada a impedir que ese lugar siga usándose como tiradero de cadáveres.

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Un año y medio después de haber localizado la barranca de Curva de la Virgen, el 3 de mayo de 2017, Juan Carlos, el joven que la encontró, fue convocado por la PGR, ahora en calidad de “testigo protegido”, para proporcionar información que pudiera ser útil en la búsqueda de los 43 normalistas de Ayotzinapa, desaparecidos desde el 26 de septiembre de 2014.
Juan Carlos acudió a la cita, en la Ciudad de México.

No se sabe con certeza qué información proporcionó a la PGR, pero un mes después, el 14 de junio de 2017, un agente federal, de nombre Gerardo Morales Rivera, se comunicó con Juan Carlos para informarle que debía presentarse de nuevo a las oficinas de la Procuraduría General de la República, pero ahora a las de Chilpancingo, Guerrero.

Juan Carlos reiteró una petición que antes ya había formulado: que las autoridades le proporcionaran garantías para su seguridad pero, tal como la primera vez, la respuesta fue negativa.

Juan Carlos recibió esa llamada de la PGR el 14 de junio de 2017 y, doce días después, el 26 de junio, desapareció. Hasta la fecha, este joven permanece en calidad de víctima de desaparición forzada.

Para abordar estas denuncias Animal Político solicitó entrevistas a la PGR, sin embargo, la solicitud fue ignorada por la institución.

Información de Animal Político

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