Reivindicando a Maquiavelo Por Enrique Martínez y Morales

29 marzo 2018
Visto: 830 veces

LHiAToD6_400x400

 

En nuestro lenguaje, el término “maquiavélico” tiene siempre una connotación negativa: es sinónimo de inmoralidad y de falta de escrúpulos. Es un adjetivo utilizado para calificar a una persona cuyas acciones son vinculadas a la maldad, la perfidia y la traición.

 

Nicolás Maquiavelo, filósofo y político florentino de cuyo nombre deriva el término de marras, vivió hace cinco siglos y escribió una gran variedad de tratados. “El Príncipe” ha sido uno de los textos más relevantes y más influyentes en la ciencia política.

 

Después de revisar con cuidado su obra magistral, me queda claro que ha sido malinterpretado, descontextualizado e injustamente ponderado. Él sólo recabó datos de los gobiernos de su entorno, los analizó y recomendó a los gobernantes cómo mantener el poder y tener una exitosa gestión.

 

Cuando alguien realiza acciones indecorosas o inmorales para alcanzar un objetivo mayor, suele citar erróneamente a Maquiavelo con la frase “El fin justifica los medios”. Ésta fue escrita por Napoleón, a manera de colofón, en la última página de El Príncipe, extraída a fuerzas del texto para excusar sus acciones.

 

Ciertamente, el florentino habla de eliminar al enemigo para que no se pueda vengar, y reconoce que beneficios recientes no hacen olvidar ofensas pasadas; sin embargo, aclara que “no se puede llamar virtud el matar a los conciudadanos, el traicionar a los amigos y el carecer de fe, de piedad y de religión, con cuyos medios se puede adquirir poder, pero no gloria”.

 

Más bien propone fortalecer la dignidad del pueblo respetando sus costumbres; enfrentar nuestros problemas porque “las guerras no se evitan, solo se posponen”, e imitar a los hombres grandes y excelsos, buscando igualarlos en virtud. Destaca también que es mejor ser apoyado por el pueblo que por los nobles, y señala que un gobernante debe estudiar constantemente y ejercitarse.

 

Maquiavelo propone algunas estrategias heterodoxas, quizá fuente de su mala fama. Por ejemplo, que las ofensas a inferir sean una sola vez para que hieran menos, mientras los beneficios deben dosificarse. Otra: mejor ser tildado de tacaño que de despilfarrado, cuando de recursos públicos se trate. Una más: preferible ser considerado cruel que clemente, cuando se quieran mantener el orden y la seguridad. Y dos de antología: es mejor ser temido que amado, aunque nunca odiado; y es muy importante que el gobernante cumpla su palabra, salvo cuando cambien las circunstancias.

 

Maquiavelo fue sociólogo de masas y gurú político de su época. Maldad encarnada para quienes malentendieron su obra; brillante estratega para los nobles de corazón. 5OO años después, sus apuntes siguen vigentes.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *