Algo que vale la pena contar ALBERTO BOARDMAN

3 noviembre 2017
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«Qué injusta, qué maldita, qué cabrona la muerte que no nos mata a nosotros sino a los que amamos.» Carlos Fuentes

Dicen que cuando morimos, todas aquellas cosas materiales que fuimos coleccionando a lo largo de nuestra vida en este mundo, van a pasar invariablemente a manos de otros; pero lo que fuimos, el «cómo» fuimos para con nosotros mismos y en nuestra relación con los demás, es una de las  pocas cosas que serán nuestras para siempre.

Cuando un ser amado se despide del plano físico, suelen con frecuencia instalarse indefinidamente la nostalgia y la tristeza. No se trata tan sólo del «hubiera», porque aún y cuando éste no exista, (de haber hecho siempre todo lo que quisiste con la persona amada), permanecerá el vacío de las cosas que ya no podrás volver a repetir más que en el atesorado recuerdo de la memoria. Nunca se muere de golpe, nos vamos muriendo de «a poquito» con la pérdida de cada uno de los nuestros, en esa muerte que nunca llega tarde, siempre es temprana, con independencia de edades, circunstancias o destino. Y entonces aprendemos a sobrevivir la ausencia manteniendo fuertes los recuerdos.

Esta semana me enfrenté a uno de los momentos más dolorosos de mi vida al experimentar la ausencia en el plano físico de mi hermano menor, Jesús Humberto. No existe palabra escrita o razonada que pueda equiparar el sentimiento. Sé que tuvo una vida plena, llena de gozos y satisfacciones; que logró experimentar en cada momento el amor, cariño y admiración de todos sus hermanos, amigos, familiares, y especialmente de su esposa e hijos, de mi padre y de mi madre. Nunca habrá de darse por concluido el papel de Chuy en nuestros corazones y sentimientos, porque permanecerá siempre a través de su legado, ése que logró entregarnos de manera personal y también a través de su descendencia.

El significado de su trascendencia vivirá presente en cada uno de nosotros, en diferente tiempo, en diferente espacio, pero siempre muy cerca del latido más cálido de nuestro corazón.

Somos lo que hemos leído y esta es, palabra de lector.

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