Historia de la unidad Por:Enrique Martínez y Morales

23 enero 2017
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Historia de la unidad

Coahuila y Nuevo León comparten origen y destino. Sus capitales están íntimamente ligadas desde su creación hasta en su futuro económico. El Capitán Alberto del Canto fundó Saltillo en 1577. Inmediatamente después realizó un fallido intento de crear el pueblo de Santa Lucía, a la orilla del río con ese nombre, en el Valle de Extremadura, hoy Monterrey.

Pocos años más tarde, Luis de Carvajal, en cuyo homenaje se bautizó la pronunciada cuesta desde donde su expedición divisara el Cerro de la Silla por primera vez, hace un segundo intento de fundación, ahora con el nombre de San Luis. La brutalidad de la Inquisición, que llevara a Carvajal a la hoguera, y la ferocidad de los indios Coahuiltecas dieron al traste con el proyecto.

Finalmente, procedente de Saltillo, Diego de Montemayor logra exitosamente fundar la Ciudad de Nuestra Señora de Monterrey.

También fue una saltillense de origen tlaxcalteca, Antonia Teresa, quien llevara a Monterrey a la Purísima Concepción de María, conocida además como la “Virgen Chiquita”, ícono religioso de la ciudad y cuyos milagros documentó Fray Servando Teresa de Mier.

La industrialización de ambas capitales se dio de la mano, en sinergia. Desde la antigua alimentación de los hornos regios con carbón coahuilense, hasta la consolidación de un poderoso clúster automotriz regional en la actualidad.

Mucho nos une, aunque nos separan mil metros de altura y ochenta kilómetros de distancia. Nuestras disputas suelen ser gastronómicas, regularmente sobre la paternidad del cabrito, y las rivalidades se reducen a los partidos de Saraperos contra Sultanes.

El flujo de personas entre ambas entidades es enorme. Miles de mis paisanos se mudan a Nuevo León a estudiar y trabajar, y no pocos nuevoleoneses buscan en Coahuila destinos turísticos y de inversión. En este intercambio no hay prejuicios ni sentimientos xenofóbicos. Nos vemos como familia. Y de hecho lo somos: es raro encontrar un regio sin raíces coahuilenses, y viceversa.

Es momento de fortalecer no sólo la unidad regional, que nos ha granjeado importantes dividendos económicos, sino la nacional. Sólo así podremos sortear los vientos huracanados del Norte que amenazan a México.

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